Este es uno de esos casos en los que, veo la película, me entretiene, pero cuando pienso sobre lo que he visto me doy cuenta de que no ha sido precisamente bueno, y es cierto que he tenido el dilema de si debería darle el cinco, pero al final sus múltiples fallos pesan más que sus escasas virtudes.

Si bien la segunda entrega de esta saga mantiene el tipo ofreciendo algo más de trasfondo y buenas coreografías esta trata de replicar el éxito de su predecesora con la misma estructura narrativa, en la segunda el maestro contando la historia a sus alumnos, en esta Alex Cardo, el protagonista, le relata lo vivido a su hijo, la historia ya la conocemos, hay un malo malísimo que amenaza con ganar el kumite y Alex debe entrenarse con un maestro para derrotarlo. Posiblemente os preguntéis como se pueden cargar una historia tan sencilla, pues bien, para empezar la historia tarda demasiado tiempo en arrancar, algo que en su predecesora estaba justificado, pero en esta me pareció un burdo intento de alargar el metraje, la secuencia de entrenamiento no es ni de lejos igual de buena que la de la anterior entrega y cuando llegamos a lo que debería ser lo bueno, las hostias, el problema es que las coreografías son pobres e insustanciales, sin mencionar que el que es el malo a vencer, el llamado "The beast" es el peor hasta ahora.
Aún con todo la cinta tiene sus cosas buenas, los exteriores de Sri Lanka donde Alex se entrena suponen un buen cambio para la saga, Daniel Bernhardt sigue haciendo bien su trabajo de proto Van Damme y es en su conjunto un producto sólido y por ello disfrutable aunque no rebose calidad ni originalidad.

En conclusión, lamentablemente esta no es una secuela que pueda recomendar, sin embargo si sois como yo que queréis ver todo lo que una franquicia tiene que ofrecer esta tercer capítulo puede ser considerada un mal menor y en una tarde tonta la podéis ver sin y yo creo que pasareis un buen rato.