Era verano. Una tarde me dice mi hermano, fan del cine de terror, que tiene una nueva adquisición llamada "En la oscuridad" y que espera verla conmigo. Ingenuo de mí, acepto.

Se acerca el momento que acordamos para ver la susodicha cinta y cae la noche con una rapidez algo inusual. "¿Será un mal presagio?", pienso... pero lo descarto al poco tiempo.

Empiezo a ver la película con mi hermano. Bueno, con mi hermano y con una vieja loca y más muerta que Chanquete que no da sustos. Oh, no. Sustos no. En su lugar, la simpaticona pega unos alaridos (sí, sí, ALARIDOS) en mi oído cada vez que el palurdo del protagonista mira a sus espaldas. Y no me refiero a mi abuela, ni a la abuela del protagonista. Me refiero a la bazofia de fantasma que se han sacado para hacer esta basura no reciclable. No es miedo. Es un nuevo género: CDC (Cine Doloroso Consentido).

Los rasgos de la película son: argumento "estupidesco" (mezcla de estúpido y dantesco) y sustos predecibles y horriblemente mal planteados. El truco del volumen en el momento apropiado es muy bueno, sí, vale. De hecho, siempre ha dado buenos resultados en el género. Pero su abuso, (ya lo advierte Clive Barker), provoca dolor, no terror. Se trata de ver la película, ¡no de sufrirla, pardiez!. Aunque bien pensado, para eso no hace falta más que ponerla en el DVD...

Recomendación personal: Quien la quiera sufrir, adelante. Pero poned el MUTE antes de visionar el largometraje. No os preocupéis. Todavía oiréis a la criatura de ultratumba pegar vocinazos.