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Voto de Javi McClane:
6
Comedia En su segundo especial para Netflix, Ricky Gervais da su visión sobre las reglas de la comedia, los mimos a los gatos y la supermadre naturaleza.
28 de mayo de 2022
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Te podrá gustar más o menos Ricky Gervais, pero está claro que es uno de los cómicos más irreverentes y atrevidos del momento, por no decir que el que más. El popular cómico presenta su nuevo monólogo para Netflix, ‘Supernature’, machacado sin piedad por la crítica (no deja de ser curioso, cuando hace unos años le reían las gracias, pero ahora no queda bien hacerlo…), y que ya ha generado polémica, concretamente por el colectivo trans, el cual está pidiendo la cabeza del inglés por unos chistes al respecto. Gervais podrá ser muchas cosas, pero no tiene ni un pelo de tonto, siendo totalmente consciente de que iba a ofender con su nuevo show. Y es que se nota que Gervais está harto de los tiempos que corren, y por eso acomete este (¿último?) viaje suicida, caiga quien caiga, sin mirar atrás y sin pedir perdón. Todo le importa un pimiento, y hoy en día, eso es una rara avis y… oro puro.

Porque sí, no me escondo, me he reído en no pocas ocasiones (no todas las bromas dan en la diana, pero las cuentas salen) con el monólogo, siendo fabuloso que todavía haya personas que no teman la cancelación y hagan humor sobre todo y todos, sin remordimientos ni excusas, manteniendo su esencia y no traicionándose a sí mismos. Los tiempos han cambiado, pero él no, y joder, podrás odiar su humor, pero este tipo de acciones hay que valorarlas. Gervais es consciente de que es un cómico en peligro de extinción, y se lanza al ruedo a pecho descubierto, como debe ser. Ahora se le critica, pero en unos años echaremos de menos su humor ácido, porque es algo que no se suele ver hoy en día, y en unos años serán reliquias codiciadas con las que se rememorarán tiempos mejores. Al tiempo.

Respecto al show en sí, hablamos de una hora que se pasa como un suspiro y en la que el cómico toca todos los palos, sin dejar títere con cabeza. Eso sí, hay momentos aleccionadores, en los que el humorista, bastante harto de la cultura de la cancelación y la generación de cristal (yo también lo estoy…), explica al público (aunque más bien le habla a la nada, porque no hay espectadores, sólo risas enlatadas… ejem…) la diferencia entre hacer una mala acción o hacer humor sobre ella. Quizás sea algo presuntuoso por su parte, pero vivimos en un momento en el que son necesarias este tipo de explicaciones y espectáculos. Es triste, pero es lo que nos hemos ganado, y bien merecido.

Y para los ofendidos, es tan sencillo como no darle al play o quitar el monólogo cuando consideres que esto no es para ti, que es lo mismo que hice yo hace un año cuando intenté ver un especial del cómico Dave Chappelle, quitándolo a los veinte minutos cuando empezó a bromear sobre las violaciones, y no me puse a pedir su cancelación a los cinco minutos en redes sociales. Creo que es bien sencillo, pero en fin, son los tiempos actuales, y Gervais se resiste a aceptarlos, con un espectáculo que no es perfecto, pero que cumple su cometido de entretener y hacer reír, y donde se nos obsequia con una incorrección política que sabe a gloria. Yo me uno a la rebelión, porque es hora de decir basta y de no dejarse llevar por la corriente. Tenemos que ser capaces de reírnos de todo (bueno, siempre hay límites, pero Gervais no los conoce…), y si no estamos preparados para un humor tan irreverente y grueso, tenéis los Teletubbies a un click. De nada. De verdad, más Ricky Gervais, y menos corrección política, porque nos estamos cargando el humor, aunque a veces escueza. ¿Y no es esa la gracia? Gracias, Ricky.

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Javi McClane
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