Tom Hanks y Meg Ryan juegan a ser Jack Lemmon y Audrey Hepburn en un film que lamentablemente no firma Billy Wilder, en su lugar tenemos a la siempre empalagosa Nora Ephron, directora que dota al film de un almíbar poco justificado que encima se acentúa más por ese olor a Navidad que posee la propia cinta.

La narración no es perfecta, tampoco es horrible; su error no está en ser previsible, sino en ser reiterativa, son muchas las idas y vueltas para acercar a esa pareja y demasiados los clichés utilizados en función de.

Lo más destacable y lo que levanta considerablemente la calidad de la cinta son las interpretaciones de dos curtidos del género. La química que existe entre ambos en los momentos que comparten pantalla, y la capacidad expresiva casi caricaturesca que brindan por separado (ella boxeando contra el viento, ambos aprontándose para chatear, etc.). Además los secundarios son de lujo, tanto Kinnear como Posey son un placer en comedia y perfectamente podrían haber sido ellos los protagonistas.

Otros detalles que nutren y rellenan los pozos del guión son la definición de la familia Fox, el padre y abuelo de Hanks casados con mujeres jóvenes y todo el chiste que se genera en torno a esto.

¿Crítica al internet? No lo creo, más bien puede funcionar como un reflejo de lo que sucedía en la época pero en ningún momento busca hacer una crítica respecto de esto, era una moda y se la toma como punto de partida.

Es de esas películas cargadas de bondad -véase la ruptura del pareja de Ryan y Kinnear, no podría ser más dulce- que siempre te hacen sentir bien cuando las ves, no es una maravilla y aburre un poco su empalago pero está por encima de otras ñoñerías.

Lo mejor: el reparto.
Lo peor: demasiado almibarada y bastante reiterativa.