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Voto de Chris Jiménez:
7
Acción. Thriller Nikita (Anne Parillaud), una joven y violenta delincuente juzgada y condenada por asesinar a un policía, es entrenada para matar y reconvertida en mercenaria con el objetivo de asesinar a objetivos peligrosos para el Gobierno por razones de Estado. A cambio de sus misiones secretas se le ofrece la conmutación de su pena. (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parecerá vulnerable, con ese cuerpo escuálido que se podría quebrar cual ramita. Es quien esté frente a ella y no sepa tratarla bien el que puede resultar quebrado.
Una "femme" dura de matar, de acero azul como sus brillantes ojos, que puede ser lo último que veas antes de palmarla...

Los ojos, el cuerpo, el rostro, la voz, la manera, Anne Parillaud ya lo tenía todo para transformarse en uno de esos personajes que marcan una época en la Historia del cine, quieran o no; llegó a él con treinta años y una carrera que iba a caer en desgracia después de algunas comedias y buenas colaboraciones con su pareja, el gran Alain Delon. Hasta la mitad de los '80. Entonces se la encuentra el peculiar, irregular y aplaudido a partes iguales Luc Paul Besson, que venía de enfrentar la masacrada por la mitad de los críticos y amada por la mitad del público "El Gran Azul", extraño paréntesis entre los dos títulos que definirían su estilo único.
El presente (aun diciendo que le inspiró una canción de Elton John) nace directamente de su amante Parillaud, mujer callada, reticente a mostrarse, tan misteriosa que cualquiera podría sospechar que ocultaba oscuros secretos (¿una doble vida quizás?). Y empleó esto para crear a Nikita. A partir de aquí hubo de ser moldeada a su imagen y semejanza, cual figura de barro; la de París pasó por un durísimo, extenuante y no poco cruel entrenamiento, tanto físico como emocional, para entender a su álter-ego y el increíble proceso de evolución que iba a sufrir en la historia, provocando un rodaje en orden cronológico y así evitar romper esa simbiosis mágica.

Y es que de sus anteriores papeles al que nos ofrece aquí hay un mundo. Con una potente secuencia de apertura que evoca el más excesivo "look" de los '80, y regresando inevitablemente a su propia "Subway", Besson no se demora en volver a poner de manifiesto sus alardes tras la cámara estableciendo el tono del film desde el primer minuto; en un robo nocturno a una farmacia por un grupo de yonquis pirados, éste nos asalta los sentidos con sus formas estilizadas, colores intensos, trepidantes y elaborados movimientos de cámara, energía física y pura violencia. Todo al servicio del impacto visual.
Tampoco cuenta aquí los ejercicios de lógica. "Nikita" se guía por el camino de la inverosimilitud más ruidosa y brutal, del mismo modo que su protagonista, por ahora sólo una colocada "punky" más de los peores barrios parisinos. Las imágenes y el ritmo se contagian de su fuerza, la fotografía de Thierry Arbogast de su oscura rugosidad, sin embargo, condenada de por vida por sus crímenes, y siguiendo en la primera parte de la trama, el guión se decanta por ponerla en una situación harto conocida: la del indulto a cambio de ciertos servicios especiales prestados al organismo de turno (en este caso una agencia secreta). El concepto de "Doce del Patíbulo", no hace falta ir más lejos...

Lo que procede es una fase de transformación vital, hallando su espejo cinematográfico en la realidad de la actriz; de hecho Tchéky Karyo no es sino una imagen poco disimulada del propio Besson, quien la prepara y moldea duramente para llegar a ser una asesina implacable, pero elegante a la vez. De lujo la participación de Jeanne Moreau (nada mejor que la que una vez fue Margaretha Geertruida Zelle) para instruirla en la búsqueda de su feminidad perdida...y usarla de arma en este universo masculino de duros agentes y gángsters. "Usted pasó por lo mismo", acierta a decir, pero Amande no contesta.
Y esto es un acierto. Mientras otros hubiesen escudriñado en busca de un trauma, Besson rechaza el pasado de la chica y se conforma con saber que venía de la calle sin ni siquiera recordar cómo se sonreía; también, pese al ritmo ágil, el paso de los años se conoce en boca de los personajes, haciéndolos indispensables en el avance de la historia, y no por la simple acción. La segunda parte marca una importante distancia con la primera. Tiempo después, Nikita es una bella, sofisticada y más que entrenada agente, pero, al volver a salir a la sociedad, su único deseo es una vida normal, sin violencia y, a ser posible, romántica.

Poco a poco el caos inicial, si bien la inverosimilitud se mantiene por el absurdo de la premisa, ha ido diluyéndose. Pues lo que le sucede no es creíble, pero ella sí, y eso lo consigue la actriz casi sin esfuerzo. El director entonces nos acerca al sufrimiento de esta chica aislada de sí misma y los demás para evitar que su poco habitual trabajo se interponga. La única conexión con la realidad es un galán atípico (Marco), dándose un drama de doble vida y secretos que puede poner en peligro su estabilidad. En un submundo de marionetas de cuyos hilos tiran altos cargos de rostros invisibles, la "femme" Nikita llora por vivir en un mundo normal.
Y no obstante, al privarnos de la justificación que podría dar un pasado, no tenemos por qué sentir compasión por ella (al fin y al cabo ya asesinaba antes de verse implicada en esta intriga); por eso su jefe (gran instante con una actuación magistral de Karyo) le inventa el mejor pasado con el que ella jamás podría haber soñado. Y cuando el argumento parecía estancarse en una fase de repetición, entra Jean Reno cual huracán y lo eleva a los cielos, regalándonos, en su impagable rol de Victor, momentos que serían difíciles de asimilar y digerir salvo por la gracia de una puesta en escena tan excesiva como surrealista.

Así que el parisino fundamenta las acciones de la historia gracias a las decisiones de los personajes pero, quizás en mayor medida, en el estilo que imprime, que reúne en un explosivo cóctel visual y sonoro lo mejor del "polar" clásico (viniéndole de herencia directa), de la estética del videoclip ochentero y de los "thrillers" hongkoneses (más que apreciable la influencia de la estrenada al año anterior "The Killer").
Todo magnificado por la estimulante, a ratos conmovedora música de Éric Serra...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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