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Voto de Chris Jiménez:
3
Acción El veterano detective de Nueva York Jack Cole (Steven Seagal) es trasladado al departamento de policía de Los Ángeles, donde deberá trabajar con Jim Campbell (Keenen Ivory Wayans), un joven policía con métodos muy diferentes a los suyos. Juntos comienzan a investigar una serie de asesinatos con macabros tintes rituales y extrañas vinculaciones con la mafia rusa y un poderoso hombre de negocios de la ciudad. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conjunción de situaciones y personajes, todos accidentados. Unas quieren contarnos algo, pero aparecen otras con su propia problemática, y todos ellos se arremolinan sin orden ni concierto.
¿Dónde nos hemos acabado metiendo al final del viaje?

El viaje, hacia las profundidades abisales, lo había iniciado el propio Steven Seagal cuando su megalomanía había alcanzado tal dimensión que solapaba su problema de tiroides; "En Tierra Peligrosa" se puede considerar la última de su etapa dorada, siendo un buen broche de oro al dirigirla él mismo. Pero a mitad de los '90, además de ganarse el desprecio de casi todo Hollywood, sus películas caen en la tediosa repetición; intenta desviarse ligeramente de las típicas propuestas en una cara producción que realiza junto a su aún socio Julius Nasso, si bien esto será otro espejismo.
Sin contar al cómico y cineasta Keenen Wayans, que como sus hermanos merece un mínimo de respeto, el resto de los aquí aglutinados forman desde luego un "cúmulo de talento". Seagal a la cabeza, productor y líder absoluto; Kevin Brodbin, más tarde guionista de "Cazadores de Mentes" y "Constantine"; y John Gray, director televisivo que vino de hacer una tontería llamada "Nacida Salvaje" para después ser el creador de "Entre Fantasmas"...sí, señor, puro talento. Y la verdad es que el inicio de "The Glimmer Man" resulta atrapante, con sus imágenes sucias y oscuras y un nivel de violencia considerable.

Una Los Angeles desprovista de brillo y glamour, de hecho el escenario podría pasar por Detroit, y entre sus calles campa a sus anchas un despiadado asesino en serie; punto de partida interesante, pese a que hemos de superar dos grandes escollos: la irritante afición de Wayans por las frases cómicas y "punch-lines" antes de dejar la escena y la seriedad de un Seagal que se ha convertido definitivamente al budismo, así que los dos actores se interpretan a sí mismos y sin necesidad de esconderlo. Fuerte contraste de estilos y personalidades que ni por asomo congenian (al contrario por ejemplo que las de Bruce Willis y el hermano de Keenen, Damon, en "El Último Boy Scout").
Con el advenimiento de "Seven" llega la explotación del cine sobre asesinos psicópatas, y aquí se ejemplifica dicho fenómeno. Crímenes rituales, imaginería siniestra, fotografía apagada; sin embargo a la propia película esto no le interesa y nos lo hace saber desde el primer momento, en boca del propio Seagal: "Esto no es igual [...]. Es más que eso". Ya se produce el distanciamiento avisándonos de que todo lo referente al supuesto argumento no es más que humo y engaño; la verdadera historia llega con un accidente del guión, donde los protagonistas tienen que impedir que un chiflado produzca una matanza en un instituto católico.

A la dirección rutinaria de Gray, cuyas ocasionales florituras visuales tan de videoclip de los '90 no impresionan a nadie, se suman las incoherencias del cine de acción del momento, más aún el que hace Seagal, y el que se haya abierto esta trama, que envuelve a una especie de señor del crimen (Deverell) con el punto de mira puesto en el recién llegado detective neoyorkino. Lo demás son estereotipos conocidos, como ese protagonista a quien rodea el misterio (otro sucedáneo del Ryback de "Alerta Máxima") o la relación, muy típicamente jovial de la "buddy movie", entre los compañeros, caricaturas en las que no se profundiza nada de nada.
Sorpresa necesaria. A poco de la mitad, la película, muy centrada en las peleas de éstos y los secuaces de Deverell, se deshace, y muy patéticamente, de la única conexión con la historia de los asesinatos: su mismo artífice. Por fin deja de estorbar el único elemento interesante para centrarnos al 100% en el típico "thriller" de malos contra buenos de Seagal, si bien de todas formas no se tomaba en serio desde mucho antes (Cole y Campbell bromean mientras analizan el "modus operandi" del psicópata...de no creérselo); en realidad el guión se preocupa más por la identidad de Cole que por la del asesino serial.

Esto entronca con la lógica de Seagal: "¿Una película mía donde se le concede más importancia al villano que a mí?, habráse visto". Dicho esto no queda nada, a lo mejor violencia gratuita de cómic (me encanta ver a un hombre atravesando una ventana desde un edificio, aterrizar en un coche y comprobar que sólo se ha magullado un poco la mejilla), secundarios que aparecen de manera penosa (Stephen Tobolowsky y Brian Cox, que no saben qué pintan aquí; Michelle Johnson, a quien cortaron todas sus intervenciones en la sala de montaje) o simplemente para morir...
No falta añadir leña al fuego sobre el pasado del protagonista (siempre le tratan como un ser inmortal, al actor le gusta sentirse así) ni situar al clásico matón un poco desobediente que tendrá su gran duelo final con éste. Una de las cosas más destacadas es que, debido a la conversión budista de Seagal, su álter-ego admite su negativa a la violencia y a matar, de ahí que ésta sea una de las pocas veces en las que acaba herido en pantalla; el batiburrillo narrativo y de géneros y la falta de conexión con los personajes y la historia deja al descubierto un guión que es un agujero en sí mismo, rellenado con tópicos.

Quiere ser "Seven", "Arma Letal" y "Buscando Justicia" y no puede ser ni una cosa ni otra; no sorprende que, a pesar de entretener con sus carencias (sí, a pesar de todas las que tiene), fuese un desastre en taquilla, ni que a partir de entonces las actuaciones de Seagal sólo fueran registradas en producciones directas para el mercado del vídeo.
Para animar la situación, las demandas contra él por acoso, agresión sexual y maltrato laboral seguían aumentando y siendo carne de noticia pública...
Chris Jiménez
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