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Voto de Chris Jiménez:
8
Cine negro. Intriga. Thriller El profesor Wanley y sus amigos comienzan a obsesionarse con el retrato de una bella muchacha, que está expuesto en el escaparate contiguo al club en que se reúnen. Wanley conoce por casualidad a la mujer del retrato y acepta ir a su apartamento. Pero allí ocurrirá algo inesperado. (FILMAFFINITY)
5 de diciembre de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El destino juega tan en contra nuestra que sólo nos dejamos llevar por la cadena de infortunios que poco a poco nos arrastran a la más inevitable de las perdiciones.
No pudo estar mejor expresado este concepto en la obra que nos atañe, paradigma del espíritu fatalista del cine negro.

Es, además, una de las joyas en la larga carrera de Fritz Lang durante su etapa de inmigrante en EE.UU., del mismo modo que en el género en el cual está enmarcada; dicho proyecto se basa en un contrato que realiza International Pictures con el dramaturgo, guionista y productor Nunnally Johnson, genio responsable de los libretos de "Prisionero del Odio", "Tierra de Audaces" o "Las Uvas de la Ira". Éste, tomando una novela de J.H. Wallis publicada en 1.942, se encarga de la producción, en la que terminarán compartiendo protagonismo dos veteranos del cine como Edward G. Robinson y Joan Bennett.
El director austríaco, por su parte, ya deja entrever algunas de sus más notables obsesiones durante la escena de apertura. Su cámara filma de lejos, entramos como alumnos a una clase de Richard Wanley, profesor universitario de psicología que nos habla acerca de los impulsos y motivos que llevan a un ser humano a cometer un crimen; qué maliciosas se empiezan a atisbar las intenciones del director con respecto a la actitud de este hombre, enteramente ordinario, silencioso y juicioso que aprovecha el tiempo que su esposa e hijos están de viaje para refugiarse en su intimidad y ociosidad.

La realidad también se halla expuesta desde su reflejo más embaucador cuando un cuadro en un escaparate figure para Wanley un ideal de belleza; el espejo, no así, se rompe y la fantasía penetra en la realidad al personarse la mujer pintada en dicho retrato ante él, una Bennett que encarna la sensualidad y elegancia femeninas como Alice. Lang maneja códigos reconocibles del "noir" al hacer que este tipo quede embelesado por la anterior, que durante un tramo expone, muy cuidadosamente, eso sí, sus armas de "femme ¿fatale?"; la composición espacial del escenario elegido, los cuadros como señuelo, un hombre rabioso que irrumpe en el apartamento...
Son catalizadores de una atmósfera opresiva cuyo desasosiego aumenta a límites insospechados al aparecer unas tijeras que Alice (conveniente e inteligentemente) proporciona a Wanley para defenderse del agresor. Que todo estuviese minuciosamente planificado por ella o sea fruto de la coincidencia y la mala suerte no importa ya en absoluto; la invasión de lo terrorífico conforme al lugar que ocupa el inocente, sin escapatoria ninguna, remite al determinismo fatalista tan propio del cine de Lang, no hay duda.

Pero la forma en que aquél se decide a atravesar los pliegues de esta dimensión, a priori dispuestos cual indigesta pesadilla, para cruzar al otro lado, el mundo real, se sustenta en la presencia del humor, negro y malévolo hasta la médula, en el epicentro de lo horrible, y esto enlaza directamente con la vía "hitchcockiana". Pues, una vez planteado el crimen, descarnado, el guión pretende otorgar el beneficio de la inteligencia al profesor en los pasos subsiguientes para encubrirlo...y él lo niega a ojos cerrados; bien mirado, el guión es un manual exhaustivo de cómo cometer el crimen perfecto, sin dejar huellas, sin levantar sospechas...
Pero el protagonista rompe con esta lógica y con cada acción que comete la desgracia se encuentra más cerca de él; motivo de elogio es cómo el director modela situaciones de pura asfixia y las estira hasta desesperar a su público. En ellas Wanley comete errores, uno tras otro, y las pistas se acumulan sin cesar para unos agentes de policía muy estoicos, duros y metódicos, elementos que elevan la tensión (una mancha en la alfombra, un bolígrafo olvidado, unas tijeras en mal lugar, unas huellas de neumáticos, un corte con un alambre...). Y de por medio una mujer fría y calculadora escondida tras la dulce inocencia de una chica desvalida, y desconocida ante el protagonista y ante nosotros.

Imaginada como el epítome de "femme fatale" por Lang: conocemos su nombre y lugar de residencia, pero un personaje al fin y al cabo que carece de pasado y de ninguna información que nos revele lo más mínimo. ¿De dónde viene, adónde va o a qué se dedica?, cuestiones ellas que quedan a nuestra libre interpretación; todo ello refuerza el cariz de absurda pesadilla que se mantiene en todo el film, como conseguía por ejemplo Ulmer en "El Desvío". Advertido por sus colegas del club, puesto sin saberlo contra las cuerdas por Lalor, Wanley se precipita a una espiral de desgracia observada con impotencia.
Y esta sensación de imposible escapatoria vendrá a tomar forma humana durante el tercer acto con la presencia de Heidt, guardaespaldas y otrora policía corrupto, cínico y violento ser con el rostro de un magnífico Dan Duryea que encaja a la perfección en este pérfido papel y formando un dúo con Bennett donde lo seductor y sensual cruza la línea de lo perturbador con total elegancia (sus escenas en el apartamento hablando de un posible futuro juntos así lo demuestran). Lang se beneficia de una preciosa y elegante fotografía en blanco y negro y una gran banda sonora para resaltar los aspectos más escabrosos del suspense, y de un montaje de precisión cirujana para imprimir el ritmo perfecto a la historia.

Aquél, sin embargo, debe lidiar con el molesto Código Hays, y las alternativas le llevan a tomar una arriesgada decisión, huyendo así de la conclusión fatal y lógica imaginada por Wallis y Johnson y planteando otra, original para la época y al estilo de su romanticismo ingenuo y su gusto por lo onírico, la desfiguración de la realidad, pero que deja un regusto tan increíble como decepcionante. La sensación no es fácil de describir...
Por su parte, el trío protagonista se confirma un lujo ante las críticas y el público, y demostrará su gran compenetración en la siguiente "Perversidad", de gran parecido a la obra maestra del género que nos ocupa, pero sin duda mejor acabada...
Chris Jiménez
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