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Voto de Chris Jiménez:
8
Drama Miyako, una famosa cantante de ópera, es fotografiada junto al pintor Aoe, en un balneario de Izu. La foto es publicada algunas semanas después en el periódico sensacionalista Amor, con un texto totalmente falso. El pintor decide demandar a la publicación y contrata a un ambicioso abogado. (FILMAFFINITY)
28 de febrero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pintor y una cantante acosados, un ambicioso director de prensa rosa, un abogado corrupto y alcohólico, una pobre chica enferma de tuberculosis.
Fermentos de un drama donde se cruzan la difamación, la tragedia, el engaño, el chantaje y la redención.

Tras la derrota de Japón en la 2.ª Guerra Mundial las autoridades americanas controlaban la industria del cine prohibiendo la representación de la era feudal y exigiendo que las películas fomentasen los valores democráticos y describieran la realidad social de la posguerra. Akira Kurosawa, que hasta ese entonces se había visto presionado para realizar films propagandísticos e históricos, tales como "La Más Bella" o "La Leyenda del Gran Judo", destacaría en este nuevo ámbito dejándose llevar por una tendencia neorrealista, moderna y crítica.
Tras el poderoso drama "El Perro Rabioso", enmarcado en el cine negro y con el que el director daba así una de sus obras maestras, decidió alejarse hacia terrenos opuestos con su siguiente propuesta, "Escándalo", escrita junto a su colaborador Ryuzo Kikushima y donde pondría el dedo en la llaga de un tema bastante moderno y ciertamente irritante: los abusos de la libertad de expresión de la que gozaba (y por desgracia seguirá siempre gozando) la prensa rosa, prensa de sensacionalismo, de falsa información, prensa movida únicamente por la avidez de poder y dinero, sin tener en cuenta los daños a sus víctimas.

Además de cargar contra esta peligrosa "libertad" (la violencia de las palabras se asemeja a un abyecto crimen, como bien afirma el protagonista), se escudriña en los derivados de la permisividad democrática, consecuencia de la americanización de la sociedad nipona, todavía muy afectada por la derrota y las penurias del conflicto. Cuando el anticonformista pintor Ichiro Aoe, con el que Kurosawa ejemplifica de mejor manera la tendencia juvenil de imitar modelos extranjeros (aquél se compara con el artista francés Maurice de Vlaminck), se halla en plena composición en las montañas, ofrece llevar en su motocicleta a la cantante Miyako Saijo, que pasaba por allí por casualidad, y cuyo destino parece ser el mismo.
Dicha gentileza les costará cara, pues ignoran haber sido seguidos hasta una posada por dos paparazzi que les toman una fotografía juntos en el balcón de la misma; Hori, el director de la revista para la que trabajan, no tendrá reparos en convertir una inocente imagen en la noticia del momento, inventando así un romance entre Ichiro y Miyako. Kurosawa ataca sin pelos en la lengua a las diversas artimañas de aquellos que trabajan en la prensa rosa, nueva forma de invadir la intimidad de las personas y levantar falsos testimonios que no existía en Japón (hasta la ocupación americana).

El argumento en este tramo se centra en la guerra declarada entre Ichiro, abandonado por la mujer temiendo los maliciosos rumores, y Hori, lo que recuerda a films anteriores que ya trataron los excesos del periodismo sensacionalista (tales como "Primera Plana" o "Luna Nueva", aunque el humor satírico de aquellas no tiene cabida en esta ocasión). Kurosawa decide entonces huir del cliché con la introducción de Hiruta, un abogado un tanto oportunista que se ofrece a defender al pintor; entraremos en su casa, situada en un barrio pobre, remanente de la guerra, y conoceremos a su hija Masako, enferma de tuberculosis (reminiscencia de la hermana mayor del cineasta, fallecida siendo adolescente).
Se establecerá así una relación triangular entre el pintor, el abogado y la chica, consciente de que su padre es un hombre caído en desgracia, débil de espíritu, corrompido a lo largo de los años, y con graves problemas de alcoholismo (versión nipona del Curtayne que Spencer Tracy interpretase en "El Caso O'Hara"); sin embargo Ichiro solicitará sus servicios conmovido por la fotografía de Masako colgada en el despacho (que Hiruta volteará antes de ir al encuentro con Hori, pues no desea que su hija sea la mirada interior de su mala conciencia).

Lejos de las intrigas entre el pintor y la cantante y el director de la revista, "Escándalo" se transforma en una fábula moral sobre la pérdida de ética (la cual Hiruta dice defender nada más hacer su entrada), la vergüenza y la posibilidad de reconciliación con uno mismo, pues el Mundo, pese a estar dominado por seres codiciosos y cínicos, también se puede convertir en un reducto de esperanza y redención, demostrado por Kurosawa en dos significativos momentos: la emocionante secuencia en la que todos los clientes del local cantan al año nuevo y cuando las estrellas se reflejan en las aguas del sucio estanque, materialización de la metamorfosis de Hiruta.
Metamorfosis alcanzada tras la tragedia en la escena final, donde el director hará del juicio un circo mediático (cámaras, focos y risas invadirán la sala), tomando más importancia que la situación de los protagonistas iniciales. Pinceladas de neorrealismo heredado directamente del cine italiano y una puesta en escena tan sobria como conmovedora envuelven al plantel, donde un Toshiro Mifune más comedido de lo normal, una soberbia Yoko Katsuragi y la preciosa actriz de privilegiada voz Yoshiko Yamaguchi (cuya turbulenta vida inspiró también al director), son eclipsados por un impagable Takashi Shimura, brillante en todos los aspectos, y quien se lleva nuestra atención desde la primera vez que aparece en pantalla.

A los héroes concebidos por Kurosawa les mueven el deber y la deuda, cada uno de sus actos compromete su vida respecto a una sociedad y existencia a las que tendrán que rendir cuentas. Este argumento, que alcanzaría su máxima expresión en "Vivir", está en el corazón de "Escándalo".
Maravilloso drama social y moral cuyas influencias se apreciarían en el cine de Lumet, Pollack, Frankenheimer o Masumura relegado a obra menor por los seguidores del director e incluso por él mismo, que lo consideró poco centrado e insatisfactorio.
Chris Jiménez
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