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Voto de Chris Jiménez:
7
Aventuras. Romance La ciudad de Troya resulta un obstáculo para la expansión comercial de los estados griegos. Por esta razón, Príamo, rey de Troya, con el fin de preservar la paz, envía a su hijo, el príncipe Paris, a Micenas, a negociar con los reyes helenos. Pero Paris se enamora de Helena, la esposa de Menelao, rey de Micenas, y la rapta. Así estalla la guerra de Troya. (FILMAFFINITY)
24 de septiembre de 2017
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las leyendas literarias más influyentes de todos los tiempos, una de las batallas más colosales que vio el ser humano, por fin cobra vida en algo que no puede negarse: una de esas superproducciones de la Historia del cine que vale la pena revisitar de vez en cuando...

Desde inicios de los '50 las principales productoras parece que viven, o mejor dicho reviven, una especie de fiebre: la del cine épico por la vía de lo histórico y lo bíblico. King y LeRoy están al frente de dos títulos esenciales como "Quo Vadis" y "David y Betsabé", del mismo modo que desde tierras italianas se han propuesto recrear los grandes acontecimientos de la antigüedad, destacando el "Ulises" de Mario Camerini; en esta tesitura, desde Warner Bros., donde han sobrellevado bien la crisis introduciéndose en el medio televisivo, se gesta un proyecto de gran envergadura.
Lo hacen sobre todo para plantar cara a los éxitos que había tenido uno de sus principales competidores, la 20th Century Fox, explotando también el CinemaScope de gran formato; por desgracia a éstos últimos no les fue tan bien con "Sinuhé, el Egipcio", que dirigía Curtiz, pero en todo caso los de Warner quisieron poner en cartelera su propia apuesta épica, eligiendo para ello a uno de los más interesantes realizadores de Hollywood, un Robert Wise que desde hacía tiempo evidenciaba su talento de artesano al atreverse a tocar todos los géneros habidos y por haber. Y esa propuesta era nada menos que narrar la caída de Troya.

El mito de Homero fue llevado al cine en varias ocasiones, pero habían pasado por lo menos tres décadas desde la última vez que se hizo, y además ahora se podía mostrar a pleno color y empleando un enorme despliegue de medios; si algo está claro es que el trío de guionistas Hugh Gray, Richard Nash y John Twist no van a respetar paso a paso la composición de poemas del llamado Ciclo Troyano como mandan los cánones, pues el metraje se extendería a más de 10 horas. Lo amalgaman todo y se quedan con las partes esenciales.
Esto es: desde la antología de los "Cantos Ciprios" a la "Iliupersis", pero pasando por alto numerosos acontecimientos; el legendario amor entre Helena y Paris se convierte en el epicentro de la trama y nos lo presentan en su vertiente más humana, romántica y carnal (baste señalar ese momento en que la preciosa rubia de Trípoli, Rossana Podestà, sale del agua en la playa como hará Ursula Andress en el primer "James Bond"). Uno de los errores más garrafales es hacer del refinado y hedonista Paris un auténtico líder de las tropas troyanas, el único que va a pedir la paz al cruel Menelao...

No tienen reparos en Warner de distinguir a todos los demás griegos como seres repelentes, traicioneros y oportunistas, despojados de todo honor. Pero Wise, que toma nota de los cineastas antiguos que hicieron cine épico (en especial David W. Griffith), se mueve como pez en el agua entre suntuosos decorados, cientos de miles de extras y una puesta en escena de alto nivel donde sobre todo es preciso destacar las labores de dirección artística y diseño de producción; esto es lo que define a "Helena de Troya": espectáculo, en su más pura y literal esencia.
La tragedia ligada al fatal destino, el melodrama romántico centrado en esa pareja condenada y la venganza por los celos, todo ello al servicio del espectáculo según la concepción y los preceptos del Hollywood de las grandes producciones, sin mucha introspección psicológica ni toda la oscuridad y violencia que encierran las poesías griegas originales. Tampoco se demora el director en plantear el asedio a la gran ciudad (una vez más un aplauso sonoro para los responsables de los decorados y los efectos especiales), dejando a la batalla, que duró por años y años y sucediendo mil y una historias en su transcurso, en eventos que pasan rápido en pantalla...

Pero así se llega al momento tan esperado, pues aunque el amor de la joven pareja acapara la atención, es nuevamente la estrella de todo el invento el que sigue siendo el mejor caballo de Troya construido para el cine, o por lo menos el que logró tener mayor apariencia épica, fruto de una gran inversión en el presupuesto de diseño de producción; y todo ello pasando por alto hechos importantes como el noble acto de Aquiles a Príamo con respecto al cadáver de Héctor, la participación de Pentesilea en ayuda de los troyanos o cómo Briseida se convierte en esclava del primero (que ni aparece...).
Después de la bella Podestà, bastante creíble en su papel de Helena y regresando al mundo "homérico" que ya visitó en "Ulises", tenemos a un reparto masculino cuyo Jacques Sernas, dando vida a Paris, deja mucho que desear, lo que facilitó que fueran algunos secundarios como Stanley Baker, Niall MacGinnis, Harry Andrews y el gran Cedric Hardwicke, los que se ganaran la atención del público en un desfile de rostros y personajes a ratos algo agotador para el espectador. Puede que lo más interesante sea ver a una jovencísima Brigitte Bardot como la esclava Andraste...si bien lo es más saber que Sergio Leone y Raoul Walsh tomaron parte como directores de segunda unidad.

Sin duda una epopeya rebosante de color y épica, de logrados efectos y diseño a pesar de pecar de vacua y nada creíble, dando uno de esos híbridos curiosos entre el cine anglosajón de aventuras y el "peplum" italiano. No fue, de todas formas, el gran éxito que esperaban en Warner, ni siquiera logró la unanimidad de la crítica.
Fue un esfuerzo poco rentable sepultado por todas las demás propuestas que se irían haciendo en la época y por el paso del tiempo...y más aún apareciendo, casi medio siglo después, esa versión modernizada que todos conocemos de Wolfgang Petersen.
Chris Jiménez
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