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Voto de Chris Jiménez:
4
Drama. Terror. Intriga. Thriller El director de escuela Gozo Ozawa viola a su hija Mitsuko despues de que esta viera a sus padres teniendo sexo. Su madre Sayuki es a su vez testigo de la violación. Gozo las fuerza siempre que quiere mientras la familia se descompone con incesto, suicidios y asesinatos... tal y como sucede en las novelas eróticas de la escritora paralítica Taeko. Su asistente Yuji es un joven cuya verdadera misión es descubrir qué tienen de real las ... [+]
30 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste podría ser, y desde luego es, el motivo y punto de inflexión de esta historia, tan horripilante y desgarradora, que el inimitable Sion Sono nos obliga a contemplar y escuchar hasta ver nuestros hígados retorcidos.
Bienvenidos sean a la pesadilla de una niña, un extraño circo de muerte, resurrección y autodestrucción.

El que ya fuera considerado uno de los directores más sorprendentes y provocativos del nuevo siglo tras la llegada de su celebérrima "El Club del Suicidio" (que por fin le puso en el mapa del "mainstream" después de 17 años haciendo cine), iba a proseguir precisamente con la leyenda de su rompedora obra en una especie de "spin-off" que muchos han tomado de forma errónea como precuela directa: "La Mesa de Cena de Noriko". Pero antes de estrenarla de manera oficial en salas japonesas, el sr. Sono ya estaba inmiscuido en otro proyecto que no mucho se separaba de las mencionadas en estilo, forma y discurso.
Otro con el que dejaría patente su nivel de creatividad, versatilidad y esfuerzo en aquel lejano 2.005 (uno de sus años más productivos) y el cual significaba el inesperado retorno al cine tras más de diez años de Masumi Miyazaki, conocida modelo, escritora y actriz (protagonista de la cutremente divertida "Beautiful Weapon" y asidua en la saga " "Bee-bop" Highschool"). Como su propio nombre indica, esta película nos arrastra al interior de un circo extraño cuyo patéticamente grotesco espectáculo está siendo observado con frialdad por individuos a cual más estrafalario, todos ellos disfrazados y cubiertos con máscaras.

Y es que a partir de este inicio la realidad no será sino una ficción en la que jamás hay que creer, un guiñol colmado de fealdad que es mejor disfrazar tras falsos oropeles y falsas identidades; esta ficción está protagonizada por una niña, Mitsuko, objeto de una situación aberrante e indigesta (desde luego a más de uno le revolverá el estómago) desencadenada por un monstruoso maestro de ceremonias que resulta ser su anciano padre y director de su colegio. Influencias de los Cronenberg, Imamura, Tsukamoto, Aronofsky y Wakamatsu más extremos, dejando infiltrar trazos "lynchianos" y "miikianos" en un fragmentado, masoquista y enfermizo drama psicológico.
Aun sacrificándose a lo excesivo, Sono hace gala de su habilidad como narrador con su visión de la manipulación masculina, la depravación familiar y la quiebra absoluta de la fe y el alma usando como proyector de tal amargura una niña indefensa sometida a graves abusos paternos y a voraces celos maternos, causa de una de las claves de su discurso. Y es que puede que nunca se nos haya plantado en la cara una inversión de roles tan atroz y literal como la que aquí presenciamos, en boca de la misma Mitsuko: "Cuando papá abuso de mí me convertí en mamá"; asunción consentida y primer paso a una autodestructiva negación.

La niña observa su reflejo en el espejo con el rostro de su progenitora y así viceversa, hasta llegar la primera a tomar en estado físico el lugar de la otra al llegar esa brutal secuencia de la incineración del ataúd con el cuerpo en su interior (y que nos remite al "Cara a Cara" de Bergman, inevitable inspiración). Estos primeros cuarenta minutos se inscriben entre lo más poderoso y angustiante que ha filmado Sono en toda su carrera, pero el que lleva a sus espaldas tanto cine suyo debe tener presente una máxima: la de esperarse lo inesperado (y a veces no tan inesperado...).
Porque su decisión de romper la historia y avanzar unos años presentándonos a la que se supone una Mitsuko adulta (bajo el alias Taeko) no entraña una agradable sorpresa. Sus coordenadas, que mucho recuerdan a las de las previas "Suicide Club" y "Noriko's Dinner Table", se configuran en un intento desesperado por desesperar al espectador, practicando la metaficción, la confusión narrativa, la escisión hacia realidades quizá auténticas, quizá inventadas, y la aceptación de un personaje cínico, dominante e insoportable como esa Mitsuko convertida en famosa escritora de sórdidas novelas y lanzada a una vorágine de locura.

Una vez más, el director hace por someternos a los delirios de uno de esos personajes femeninos que tanto caracterizan su obra utilizando sus traumas del pasado como justificación de esa misma desquiciada personalidad; pero ni un gramo de nuestra compasión y simpatía logrará (al menos de la mía no). Observaremos su degeneración mental a través de los ojos de un joven ayudante (Yuji) que acepta el trabajo debido a la gran admiración que siente por ella, en lo que a mí respecta un personaje que pretende ser misterioso y acaba siendo ridículo, el cual además no genera ni el más mínimo interés tal y como lo presenta el bueno de Sono...
Como tampoco su forma de entregarse al desbordamiento narrativo, retorciendo hasta límites insospechados la historia del primer triángulo protagonista (Mitsuko, su padre (Gozo) y su madre (Sayuri) )...ni muchísimo menos el cargante tramo final, que juega con su significado, primero descubriéndolo todo de manera demasiado literal y luego disfrazándolo de forma harto confusa. Así degenera "Strange Circus", como sus personajes y otros títulos del cineasta: ahogado por su gusto por lo excesivo, su frenético hiperrealismo y su pretenciosa concesión a lo bizarro, sin saber del todo qué se desea decir en última instancia.

Visualmente es impactante, vibrante y te deja exhausto (esto ya al empezar), además de contar con un elenco entregado al 500%, destacando a la gran Miyazaki, ese rematadamente odioso Hiroshi Oguchi y la pequeña Rie Kuwana, soberbia como la pequeña y torturada Mitsuko; la aparición de Tomoro Taguchi refuerza aún más las influencias de Tsukamoto.
Cuando llegas al final tienes la sensación de no saber si las sorpresas y giros han merecido la pena y tantísima espera; todo podría haber salido de otra forma, y sus primeros tres cuartos de hora siguen siendo lo mejor...
Chris Jiménez
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