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Voto de Chris Jiménez:
10
Bélico. Drama Recreación desde el punto de vista japonés de la batalla de Okinawa, una de las más sangrientas de la campaña del Pacífico. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"...y los amigos y las familias se prepararon para un suicidio en masa. Cada una de las treinta personas recibió una granada. Los cadáveres desgarrados y los miembros mutilados quedaron esparcidos por el suelo; los supervivientes luchaban entre ellos, otros asesinaban a sus familiares con espadas...".

Éste sólo es uno de los muchos desgarradores momentos que hallamos en la más fiel recreación de uno de los más feroces y caóticos enfrentamientos sucedidos durante la 2.ª Guerra Mundial, a la que da título: La Batalla de Okinawa. Una isla ya dañada en el pasado que denominó aquello "el tercer desastre" de su Historia, calculándose unas bajas de más de 100.000 militares y 150.000 civiles, casi un tercio de la población; los muertos de Hiroshima y Nagasaki eclipsaron a los de Okinawa, de quienes no muchos se acuerdan hoy día...
Kihachi Okamoto se vio involucrado en la guerra como miembro de las Fuerzas Aéreas, reflejó sus experiencias en muchos de sus trabajos, a menudo desde la sátira antibelicista (como en "Nikudan"), pero la mayoría de veces desde el enfoque más directo y amargo (siendo "Chi to Suna" o esta "Okinawa Kessen" buenos ejemplos). Tras ser reemplazado por Kinji Fukasaku como uno de los directores de los "segmentos japoneses" en "Tora! Tora! Tora!", los señores de Toho quisieron que Okamoto, a partir de un guión de espíritu izquierdista de Kaneto Shindo retocado luego por Ryozo Kasahara, planteara el conflicto honrando una vez más la memoria de sus compatriotas...y no desde ambos bandos, como sucedía en la producción de la Fox.

La acción dramática, descrita por un narrador que ofrecerá su opinión personal sobre los hechos (pues se trata del punto de vista de un soldado), comienza a partir del 7 de Agosto de 1.942, cuando las tropas americanas desembarcan en Guadalcanal iniciando así la sangrienta campaña contra Japón, desplazándose rápidamente hasta los preparativos de la defensa de Okinawa y la lucha propiamente dicha, que se extendería desde el 1 de Abril de 1.945 hasta el 22 de Junio, cuyos principales estrategas fueron los generales Isamu Cho y Mitsuru Ushijima y el coronel Hiromichi Yahara, encargados además de dirigir al Ejército 32 contra el enemigo estadounidense.
Haciendo especial hincapié en la cronología de los acontecimientos y en cada uno de los implicados, cual periodista de guerra reuniendo información, el director aboga por el realismo en su más pura y cruda forma, la mayor parte del tiempo combinando las secuencias del film, rodadas en clave de documental, con imágenes de archivo. Sin embargo, su atención no sólo se centra en la toma de decisiones del alto mando, sino en todas aquellas personas, tanto militares como civiles, que sacrificaron sus vidas por la patria y por una causa a todas luces perdida...

Okamoto trata así el sacrificio en vano ("Moriré por mi país, pero...¿qué demuestro con ello?") y el sufrimiento desde dentro, arrastrándonos al corazón de un infierno real y tangible e impregnándonos con el olor a sangre, pólvora, orina, barro y sudor; repulsiva mezcla de aromas que vicia la atmósfera al tiempo que hombres, mujeres y niños inocentes sucumben a las balas y crueles burlas del impasible invasor, pues, al estar el argumento expresado desde el punto de vista japonés, los americanos nunca aparecen o lo hacen completamente despersonalizados, como un enemigo sin rostro ni alma (tal cual sucedía en "El Acorazado Potemkin" con el ejército que atacaba a los ciudadanos).
Pero este conflicto no sólo atañe a un bando y a otro; presa de la desesperación, el miedo y la desconfianza, los mismos compatriotas terminarán enfrentándose entre ellos, sin discernir realmente quién es el aliado y quién el enemigo, mientras será criticada la actitud de los oficiales, ignorantes del verdadero peligro y presentados en última instancia como cobardes y egoístas (éstos cometen el suicidio ritual pero sus subordinados son masacrados en el campo de batalla), quienes manejan como meros títeres a los soldados de un lado a otro del territorio, y ensalzada la participación de la mujer, apreciándose la mano de Shindo en el guión.

En un momento dado, una enfermera se atreverá a espetar "¡Vosotros sois soldados, ¿verdad?! ¡¿Por qué no lucháis contra América, por qué siempre estáis huyendo?!". Sirviéndose de un ritmo desenfrenado, lo que permite a las casi 2 horas y media avanzar a una velocidad vertiginosa, y (muy) casuales gotas de humor, Okamoto agarra su cámara como un puñado de papel de lija y desnuda al cine bélico de su grandeza y parafernalia más irreal, pues en la guerra no existe la gloria o el triunfo. A lo único que la Humanidad puede aspirar es a la derrota y a su inevitable deshumanización. Esto se deja patente en inolvidables secuencias como el suicidio masivo de los civiles con las granadas (antes descrito) o esa frenética danza de la anciana ante los tanques enemigos.
Secuencias que nos hacen experimentar de primera mano el horror, la desolación y la degradación (aunque un atisbo último de esperanza y vida acaba surgiendo de entre las ruinas, encarnado en esa niña que recorre la película de principio a fin). Entre tanto, el director cuenta con un inmenso reparto lleno de estrellas que brinda memorables actuaciones (de Tatsuya Nakadai, Keiju Kobayashi, Kunie Tanaka, Tetsuro Tamba a Goro Mutsumi, Machiko Naka o Ichiro Nakatani, entre otros).

Pese al obligatoriamente exacerbado patriotismo de su discurso, "Okinawa Kessen" se mantiene como uno de los más grandes títulos del cine bélico, un testimonio real y demoledor cuyas imágenes se inyectan en las retinas, se sienten en las mismísimas entrañas y le encogen a uno el corazón. Okamoto firma una obra maestra.
"La muerte de un individuo y la derrota de una nación deben servir de muestra para unos valores más grandes y universales". Larga vida a todos los valientes que defendieron con su sangre la tierra de Okinawa, la cual, desgraciadamente, nunca se deshizo por completo del control estadounidense...
Chris Jiménez
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