Pocas veces me había emocionado tanto con una película de animación. Reconozco que, cuando ves una película de estas en "una de esas tardes", puede tocarte muy adentro. Y ayer fue una de esas tardes.

Mi padrastro murió hace poco más de un mes en un accidente de tráfico y, como el protagonista de esta historia, rondaba los 70, y al igual que él, dejó sueños incumplidos.

Y hoy me toca a mí completar por él cosas que ya nunca podrá hacer, (como hace el protagonista con una vieja promesa a su mujer tocándose el corazón una noche de infancia): cuidar de mi madre, ir a esos sitios donde sólo iba con él y tratar de hacer que se ría como sólo Alfonso sabía conseguir (cosa que me será muy difícil).

Esta película habla de gente real y de cosas auténticas, cercanas, y que ocurren, aunque se disfracen de realismo mágico. Y todo ello con un portento técnico espeluznante, con unas larguísimas escenas del cine mudo más brillante de Buster Keaton, Chaplin... Y es, por encima de todo, un canto a la libertad, una crítica a las familias desestructuradas, a la sociedad acelerada y moderna en que vivimos, y una oda al tesoro que es la mistad...

Una amistad profunda entre dos seres que aunque en distintos puntos de su vida (uno al comienzo y otro en el ocaso) se han encontrado porque los dos conviven con la soledad (de un padre ausente uno, y de una esposa ausente el otro).

(Un poco de Spoiler, no mucho)

Cuando el protagonista tira todo lo que hay dentro de su casa, es una metáfora maravillosa. Se quita un peso de encima y olvida su rencor contra el mundo para volver a ser ese chuiquillo aventurero que fue. Vacía su mochila para llenarla luego de nuevo con un perro y un boy scout. Deja atrás lo que resulta una carga y mira hacia adelante encontrando la valentía que vive dentro de él.

Y termino ya, tengo que hinchar un globo con esta crítica impresa y soltarta por la ventana de mi cuarto para verlo volar y mandársela a Alfonso.

Esta va por ti, espero que te llegue.