Más atrevida en cuanto a expansión de su universo, más explosiva en las escenas de acción, menos sorpresiva que la primera entrega, pero con una siempre contundente y férrea posición de divertir al respetable a través del exceso y la autoparodia, eso es lo que ofrece esta secuela de "Deadpool" y eso significa que la sigues amando o la sigues odiando, no hay termino medio.

Contando en esta ocasión con uno de los "padres de John Wick" al frente, David Leitch se las arregla para ofrecernos y aplicarnos aquello de "si es más, mucho mejor", a ratos con mejor pulso que Tim Miller en la primera entrega, y destacándose su estilo esencialmente en las espectaculares secuencias de acción, todo esto apoyado en un reparto entregado a la causa sin mayores inconvenientes, empezando por un Ryan Reynolds disfrutando cada momento como el "mercenario bocazas", seguido de un cómodo y tranquilo Josh Brolin acostumbrándose a este tipo de producciones. Repiten Morena Baccarin, T.J. Miller, Brianna Hildebrand, Stefan Kapičić, Karan Soni y Leslie Uggams en sus respectivos papeles y se les suman una contundente y fresca Zazie Beetz, a quien por cierto le queda "como anillo al dedo" su rol como Domino.

Por ahí se dejan ver los siempre correctos Eddie Marsan, Bill Skarsgård y la siempre divertida presencia de Terry Crews que siempre nos saca una sonrisa a como de lugar y aquí no es la excepción.

Estas "chimichangas" aun tienen futuro.