Apenas un par de imágenes y actitudes en la dirección con esos bares medio cabarés de detestable aspecto sumado a ese sentimiento de vacío y luces de neón, hicieron sonar mi alarma mental: ¡Lynch! ¡Lynch! ¡Lynch!

Pero ya la había empezado a mirar, ya está, no me gusta dejar las películas por la mitad y seguí observando como quien quiere excusarse con cualquier cosa, con levantarse para hacer un café y volver al sillón y volver a levantarse para buscar algo para acompañar el café y así hasta que termine la tremenda mierda fílmica que lamentablemente me dispuse a ver.

A pesar de su pretencioso guión y el intento (fallido) por generar complejidad, la trama es totalmente plana y sus "giros" no son más que ademanes infértiles a la hora de aparentar ensoñación pesadillesca en pose surrealista.

Lo mejor: que no importa cuantas veces lo intenten, el cine de Lynch es inigualable, y eso que no es uno de mis directores preferidos ni de lejos.

Lo peor: la forma absurda y pelotuda en cómo Alex descubre la verdad gracias a una lata de arvejas, es paupérrimo, de un insulto tremebundo al intelecto de los espectadores.