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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama. Romance Judith Traherne (Bette Davis) es una joven vivaz y entusiasta, con muchos planes de gozarse de la vida, quien de pronto descubre que sufre de un tumor cerebral de delicado pronóstico. Rebelde e incapaz de aceptar órdenes de nadie, la chica llega a manos del neurocirujano Frederick Steel (George Brent) quien deberá persuadirla para que acepte la delicada operación. Entre tanto, sus corazones comenzarán a sentirse cerca, demasiado cerca. (FILMAFFINITY)  [+]
4 de mayo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cuán necesaria una película como “AMARGA VICTORIA”, para ilustrar en forma precisa la manera como la llamada ciencia (con demasiada frecuencia: pretenciosa especulación), amén de sus innegables beneficios, también ha causado males ¡y de los grandes y gordos!

En el preciso momento en que la ciencia se arroga la verdad “última”, desconociendo de plano la metafísica y la espiritualidad, comienzan sus errores y sus deplorables improcedencias. Cuando el objetivismo rechaza toda creencia en lo sobrenatural, cuando desconoce la fe y los sentimientos como medios de conocimiento, deniega todo lo que existe más allá de los sentidos, con lo que, si aún no se hubiesen inventado los telescopios ni las estaciones espaciales, seguiríamos creyendo todavía que, el universo, no es otra cosa que lo que envuelve el globo terráqueo. Antes nos enseñaban “ver para creer”, pero ahora el camino es más amplio, posee fuerza interior y capacidad de trascendencia de lo corporal, y entonces decimos “Créelo y lo verás”.

A Judith Traherne, la encantadora muchacha a quien sus amigos aman y sus amigas aprecian profundamente, la han puesto en lista de, Nueva víctima, con base en el paradigma médico mal heredado del gran Claudio Galeno, preservando vicios y afirmaciones sin mayor soporte que las estadísticas. A lo largo de la historia de la penosa enfermedad de esta guapa muchacha de 23 años, se oirán frases que ya muchos han oído: “Mal sin cura" (aquí dicho con una frase en desuso: Prognosis negativa), “Le quedan unos pocos meses”, “Solo vivimos una vez”… Frases atrevidas, categóricas y derrotistas, que desmoronan al ser humano y aniquilan sus esperanzas. Entonces se produce la entrega, se pone fe irreductible en la sentencia del galeno (¡que ironía!), y con nuestra renunciación damos cuenta luego de que éste tenía toda la razón.

Judy logró conmoverme hasta las lágrimas, porque la sentí tan cálida, tan vital, con tanto carácter, que lamentaba en cada escena que no supiera, y que nadie le dijera, que tenía un médico interior, que podía servirse de la confianza en sí misma, de la poderosa fe, y más aún de Dios, pero ella deposita toda su confianza en aquel médico que la enamora, y cuando se acuerda de Dios... es solo cuando todas las puertas se han cerrado para siempre (imagen que el director ilustra con una precisa escena).

Edmund Goulding ha hecho un filme magnífico en sus aspectos formales (puesta en escena, fotografía, partitura musical, edición, vestuario…); las actuaciones son de gran profesionalismo, con una Bette Davis arrobadora y apasionada, y con unos personajes de gran calidad humana. El guión de Casey Robinson, basado en la novela de George Emerson Brower Jr. y Bertram Bloch, está tan bien trazado en sus matices melodramáticos, que no es nada difícil que nos arranque unas buenas y justas lágrimas; pero resulta un tanto rezagado al ajustarse, sin crítica ni objeción alguna, al paradigma de la medicina alopática para la cual –nos lo decía un calificado profesor de la universidad- “los pacientes son cadáveres fisiológicamente activos”.

¡Menos mal que la holística viene abriendo un sendero de luz entre tanta oscuridad!
Luis Guillermo Cardona
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