Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama. Romance Siglo XIX. Amalia y Becky son dos jóvenes que desde niñas han sido muy amigas. Según pasan los años Amalia comprobará como Becky, que perteneció siempre a una familia humilde, sólo la utiliza para acceder a las clases altas. (FILMAFFINITY)
16 de junio de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realista hasta la médula, corrosivo por descreimiento e irónico por vivir hastiado de tanta falsedad, William Makepeace Thackeray (1811-1863) sigue siendo considerado como uno de los escritores más grandes de Inglaterra y fue el segundo, después de Charles Dickens, en la controvertida Era Victoriana. De él hablan sus obras: Los Recién Llegados, Henry Esmond, El Libro de los Snobs, Barry Lyndon… y por supuesto, "La Feria de las Vanidades (1847), considerada por muchos como su obra maestra.

Hombre de muy buen humor -entendido éste como esa capacidad de ver en forma muy crítica, pero, en un estilo compasivo y hasta jocoso las improcedencias humanas-, Thackeray logra, con su personaje inmortal Becky Sharp y con los no-tan-singulares personajes que la rodean, desnudar la hipocresía, el egoísmo, la infidelidad, la falta de escrúpulos… y la gran farsa que, en definitiva, caracterizaba a la aristocracia del siglo XIX, y “por tradición”, a las aristocracias de todos los tiempos y lugares.

Becky Sharp, es la hija huérfana de un viejo y pobre pintor que, al terminar la escuela, no tiene a dónde ir y entonces termina en casa de su generosa amiga, Amelia, a quien envidiará por su condición social y su buena suerte... y entonces, querrá hacerse merecedora a un lugar como el que ella tiene. Desde ese momento, hará acopio de sus capacidades histriónicas y de todas las marrullas habidas y por haber, con tal de alcanzar al hombre que haga realidad su ferviente deseo.

Llevada en diversas ocasiones al cine, en 1934, comenzó a rodarse una nueva versión que dirigía, Lowell Sherman, pero éste falleció a las dos semanas de rodaje, siendo llamado, Rouben Mamoulian, para que tomara la rienda del rodaje. En principio, éste rechazó la idea de seguir donde iba Sherman… y aceptado que empezaría de cero y que podía contar con un fuerte asesor del nuevo technicolor de tres tonos que, en esta película, se lanzaba con pompa y circunstancia, Mamoulian se sintió a gusto dirigiendo de nuevo a Miriam Hopkins, la agradable y coqueta actriz que él mismo hiciera famosa desde su aparición en, “Dr. Jeckyll and Mr. Hyde”, y huelga decir que aquí consiguió una de las más exigentes y logradas actuaciones de su carrera.

Pero, dado que el guion no era lo bastante consistente y que la lucha para poderse ajustar a los complejos reclamos de la nueva técnica a color, fueron extenuantes, Mamoulian sacó adelante la película como bien pudo, y si, <<LA FERIA DE LA VANIDAD>>, pasó a la historia fue por significar un nuevo avance en la técnica cinematográfica, pero, no tanto por sus logros artísticos que, en realidad, no son los suficientes.

En general, el cuento es un tanto plano, no obstante haber sido trazado como una sátira; escasean las situaciones realmente punzantes y todo resulta plantado para el lucimiento de Miriam Hopkins, quien se da la oportunidad de jugar a toda suerte de expresividades y de calculadas salidas. La complementan, la siempre linda Frances Dee, como su leal y eterna amiga, Amelia; Cedric Hardwicke, el sosegado y calculador marqués de Steyne; y Alan Mowbray como Rawdon Crawley, el hombre con más cuernos que una feria de ganado… o de vanidades.

Título para Latinoamérica: <<FERIA DE VANIDADES>>
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow