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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Western Diecisiete hombres y cuatro mujeres, entre los que se encuentran soldados, desertores, comerciantes, caballeros, predicadores, jugadores, forajidos y aventureros, buscan en territorio indio una legendaria veta de oro que, según cuenta la tradición, está custodiada por los espíritus de la tribu apache. Un bandido, llamado Colorado, obliga a MacKenna, un sheriff que conoce el camino, a guiar al grupo hasta el tesoro. La codicia y ... [+]
9 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Hadleyburg era la ciudad más honrada y austera de toda la región. Había conservado una reputación intachable por espacio de tres generaciones y estaba más orgullosa de esto que de cualquier otro bien (…) Las ciudades vecinas, celosas de este honrado primado, simulaban burlarse del orgullo de Hadleyburg diciendo que se trataba de vanidad, pero se veían obligadas a reconocer que Hadleyburg era realmente una ciudad incorruptible (…). Pero, al fin, con el correr del tiempo, Hadleyburg tuvo la mala suerte de ofender a un caballero de paso, de seguro sin ninguna intención ya que, Hadleyburg, totalmente autosuficiente, no se preocupaba de los forasteros ni de sus opiniones. Sin embargo, le habría convenido hacer una excepción, al menos en este caso, ya que se trataba de un hombre cruel y vengativo”.

Así comienza el siempre fresco, delicioso y aleccionador cuento: “El hombre que corrompió a Hadleyburg” que, Mark Twain, publicara en 1899 y que, Carl Foreman, rememoró a la hora de escribir “High Noon”, pues, el pueblo donde transcurre la historia, Hadleyville, se deriva de Hadleyburg, y bien leído el texto, también es posible encontrar unas cuantas características que asemejan a los habitantes de ambos pueblos. Diecisiete años después, cuando se ocupaba de adaptar la novela del prolífico Will Henry (Henry Wilson Allen), “El oro de Mackenna” (1963), el cuento de Twain vuelve a la memoria de Foreman… y es así, como dentro de la historia, aparecen Los caballeros de Hadleyburg que, en el filme, serán representados por algunos de los más memorables actores de reparto del Hollywood de entonces: Eli Wallach, Lee J. Cobb, Edward G. Robinson, Burgess Meredith, Raymond Massey y Anthony Quayle.

El objetivo es el mismo: Mostrar como los hombres (el pobre o el rico, el soldado o el bandido, el cura o el tendero, el intelectual o el hombre de negocios…), fácilmente ceden sus principios y caen en las peores trampas de la ambición cuando el oro se pone de por medio, y mucho más, cuando brilla ante sus ojos. Contrasta, ante esto, la posición del hombre de la tierra, el indio, el apache, que sólo piensa en preservar la naturaleza y se confunde al ver la manera como los hombres se traicionan y se matan por poseerlo.

Una vez más, Foreman -productor y guionista-, ve al mundo con ese pesimismo que forjara en su alma el asedio de la HUAC, sintiendo que la sociedad que le ha tocado para vivir no va, ni ayer ni hoy, por buen camino. Por eso, del montón de hombres que buscan El Cañón del Oro, la madre naturaleza tendrá que elegir, no exactamente a los mejores, sino a los necesarios para asegurar que alguien cuente la historia. Y bien se sabe que, ‘de la oscuridad emana la luz y de la luz surge la oscuridad’.

Dos estupendos actores, Gregory Peck y Omar Shariff, recrean a los antagónicos MacKenna y ‘Colorado’; y dos magníficos ejemplares de mujer: Julie Newmar y Camilla Sparv, rivalizarán por el hombre que las está guiando hasta su nuevo destino.

Estupenda banda sonora de Quincy Jones; muy buena canción, “Old turkey buzzard”, cantada por José Feliciano; e impactantes efectos especiales para la escena cumbre, son otros de los aciertos que nos ofrece “EL ORO DE MACKENNA”, película con la que, Carl Foreman y J. Lee-Thompson, vuelven a reencontrarse.

Y ahora…

“Vaya y refórmese, o recuerde mis palabras: Un día, por sus pecados, morirá e irá al infierno o a Hadleyburg… ¡Procure acabar en el infierno!”
Luis Guillermo Cardona
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