Podría citar un largo número de películas que fueron cuidadosamente concebidas, pero que, luego, se truncaron o se vinieron a menos por numerosas causales: Limitaciones de presupuesto, plan de rodaje sin posibilidades de ampliación, incompatibilidad con algunos miembros del equipo técnico, trabajar con actores impuestos por los productores con los que no se empatiza o en los que no se cree, perturbaciones de la naturaleza, accidentes durante el rodaje…

Por razones como ésta, es que ya rara vez escribo para despotricar de película alguna y, a las que no me gustan prefiero, ahora, regalarles mi silencio, confiando en que, de esta manera, pasen más pronto al gigantesco promontorio del olvido. También, por estas mismas razones, es que se me hace difícil ser objetivo con el cine latinoamericano que, con frecuencia, se resiente por alguna o por varias de aquellas cosas que citaba antes y de las casi nunca nos enteramos.

De, <<ROSARIO TIJERAS>>, película colombo-mexicana que tuvo a su cargo, Emilio Maillé, pueden señalarse fallas en la vocalización (¿pero tuvo el director la opción de repetir otras veces tales escenas?); exceso de desnudos (¿voyeurismo del director o imposición de los productores con la esperanza de atraer más público?); actuaciones secundarias de muy bajo nivel (¿Se tuvo suficiente tiempo para prepararlos? ¿había presupuesto para pagar a gente profesional?)…

Pero, si uno consigue trascender estas habituales falencias, se encuentra con un filme muy interesante; válido argumentalmente desde diversos puntos de vista; acertado en más de un aspecto (el tratamiento que se da al personaje de Rosario, la recreación del sicariato…) y que nos pone ante la dolorosa semblanza de unos hechos aterradores que, quizás, nos lleve a ser considerados, por muchos, como una de las culturas más salvajes y atrasadas del mundo. Porque, lo que sucede en la película es cierto, vergonzosamente cierto, y sigue sucediendo de esta y otras maneras que superan toda ficción.

Esto, que suele ocurrir entre los sectores más arrinconados y excluidos de la ciudad (aunque a veces también en los estratos altos) suele ser el resultado de la falta de educación, del desafecto, de la violencia intrafamiliar... y de las extremas carencias económicas por el completo olvido en que los han mantenido nuestros gobernantes.

Escenas como la del funeral de Johnefe, el ataque de Rosario y su compinche, al cadáver que velan en un barrio alto o la manera como se asesina a los propios amigos porque “sino otro lo haría”, dan fe de un hiperrealismo que impacta nuestra sensibilidad y nos llena de tristeza por nuestros hermanos.

Ya no se puede ir más allá en la oscuridad, ya no es posible que la degradación alcance otros niveles, y quizás, sólo queda esperar que un milagro, o la naturaleza implacable, limpien por fin la tierra del inmenso lodo y de los aterradores fantasmas que corren por las calles.