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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Narra la historia de Lola Montes (1821-1861), cortesana y bailarina famosa en toda Europa. Nacida en Irlanda, Lola (Martine Carol) fue la amante de grandes hombres como el músico húngaro Franz Liszt o Luis I de Baviera. Ya en el ocaso de su carrera, trabajó en un circo de Nueva Orleáns, Luisiana, donde realizaba un número acrobático mientras un maestro de ceremonias (Peter Ustinov) narraba al público su escandalosa vida. (FILMAFFINITY)
9 de junio de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan solo 15 años tenía, Eliza Oliver, cuanto contrajo nupcias con el militar británico, Edward Gilbert, y éste de inmediato la embarazó. Como, Elizabeth Rosanna Gilbert, fue bautizada la niña que nació en el condado de Sligo, Irlanda, el 17 de febrero de 1821. Tan solo dos años cumplía la niña, cuando su padre muere víctima del cólera y su madre pronto se volvió a casar, enviando a la pequeña, Elizabeth, a vivir con unos familiares y luego con el padre de su segundo esposo. La niña creció con escasa disciplina al punto que, cierta vez, la vieron corriendo por una calle completamente desnuda y, en otra ocasión, le hizo una travesura a un respetable señor en una iglesia.

La capacidad de decidir siempre por sí misma y su fuerte temperamento, fueron rasgos permanentes en la vida de Elizabeth… y es así como, en 1843, cuando había cumplido 22 años, elige convertirse en bailarina y actriz y, en Londres debuta haciéndose llamar, Lola Montez, “la bailarina española”. El nombre lo eligió, seguramente, porque le encantaba el flamenco, la seguidilla y otros ritmos de este país.

Desde entonces, y más que como bailarina o actriz teatral, Lola Montez -quien no destacaba por ser una mujer especialmente hermosa y quizás atraía más por su personalidad-, se hizo famosa por haber tenido romances o aventuras con célebres compositores, como Franz Liszt y Richard Wagner; también con numerosos aristócratas y hombres adinerados… y en una lista que, se dice superó los 200 nombres, también incluyó al rey, Ludwig I de Baviera, quien la convertiría en, Condesa de Lansfeld, en 1847.

Sobre su vida y sus aventuras, el mismo autor de la recordada, “Caroline Chérie”, Jacques Laurent (bajo el seudónimo, Cécil Saint-Laurent), escribió una novela biográfica titulada, “La Vie Extraordinaire de Lola Montès”, y aún sin haber sido publicada, interesó de inmediato a los productores de cine quienes la dieron a, Jacques Natanson y Annette Wademant, para que la adaptaran, y con la colaboración en el guion del también director, Max Ophüls, la historia comienza con los días difíciles de Lola Montez en un circo de New Orleans convertido, éste, en un paradójico purgatorio, donde la célebre amante debe contar y representar, una y otra vez, sus aventuras amorosas a un público ávido de desnudar su intimidad.

Aunque éste ir y venir del presente al pasado y viceversa, pudo ser de gran impacto, Ophüls no logra un verdadero dramatismo y, además de que las escenas de circo terminan siendo bastante aburridas y reiterativas, el recuento de los principales amantes de Lola, parece un avance (trailer) de lo que fue cada aventura. Exceptuando su relación con el Rey de Baviera que es la más desarrollada -pero, que también falla en la pobrísima recreación de la histórica revuelta y, más aún, en el supuesto baile ante la aristocracia donde se supone que Lola se luce, pero nunca la vemos-, no hay otra escena en la película que logre un verdadero desarrollo o que tenga algún significado distinto al desprendimiento con que vivía la bailarina.

Ni siquiera el personaje de la Lola resulta llamativo por su belleza o su personalidad, y a, Martine Carol, no se le da ocasión de mostrar algún rasgo fuerte de su carácter ni ningún talento como la artista que se supone que fue.

Así las cosas, <<LOLA MONTES>>, se me antoja un filme excesivamente sobrevalorado, pues, unos bellos decorados, un lujoso vestuario y unos colores llamativos, no son suficientes para alcanzar una historia que llegue al alma.

He visto la copia reeditada por el productor, Pierre Braunberger, en 1968, reconstruyéndola como la deseara el director, pero, en definitiva no ha logrado conmoverme.
Luis Guillermo Cardona
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