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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Comedia. Fantástico En 1644, el señor de Canterville condena a su hijo a ser emparedado por traicionar el honor de la familia. Desde entonces su fantasma vaga por el castillo. Trescientos años después, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), una compañía de infantería americana se aloja en el castillo y se dedica a hacer todo tipo de gamberradas al fantasma. (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras cumplía sus labores como director de la revista The woman’s world, el escritor Oscar Wilde seguía sacando tiempo para escribir los cuentos que, por entonces, tanto lo atraían. Y en el segundo semestre de 1887, publicaría dos textos muy atractivos: El crimen de Lord Arthur Saville y El fantasma de Canterville que, como todo lo que venía escribiendo, fueron muy bien acogidos.

A Jules Dassin -el notable director estadounidense quien, por entonces, sembraba sus primeros pinitos- también le gustaba mucho Oscar Wilde, y hallándose la Segunda Guerra Mundial en su punto más álgido, decidió hacer esta versión muy libre de “EL FANTASMA DE CANTERVILLE”, que servía para dar valor a todos aquellos soldados que aún tuviesen irreprimibles temores ante el enemigo.

No es difícil deducir, que la idea pudo tener lugar tras el éxito obtenido por Charles Laughton en su película del año anterior, “Esta tierra es mía”, donde representaba a un tímido y temeroso profesor que entra en crisis ante cualquier estruendo, pero que luego se verá abocado a sacar valor de donde “no lo tiene”. Sin duda, el temor a las bombas y a la misma muerte, era uno de los grandes males que exudaban los soldados cada vez que un pelotón era llamado para ir al frente a dar cara a sus enemigos (y de esto tampoco estuvieron exentos los norteamericanos), por tanto, cualquier refuerzo que se hiciera para espantar estos males, recibía la más plena bienvenida… pues, durante aquel atroz conflicto bélico, aliento y fortaleza eran cosas tan vitales como el agua o la metralla.

El guionista, Edwin Harvey Blum, borra entonces de un brochazo a la familia Otis (padre y madre, dos gemelos, y una linda quinceañera llamada Virginia que, en el cuento de Wilde, son los protagonistas junto al fantasma) y en su lugar introduce a un grupo de soldados americanos, que entran a ocupar el castillo invitados por sus nuevos residentes, los Canterville, ascendientes de los primigenios habitantes del castillo. Y a la cabeza de estos, regirá una agraciada y muy valiente pequeña de seis años, llamada Lady Jessica de Canterville (la siempre vivaz, Margaret O’Brien, que aquí vuelve a reunirse con Robert Young tras su marcado éxito en “Journey for Margaret” (1942)), quien, junto al soldado Cuffy Williams, son los llamados a cambiar la historia.

Las variaciones resultan muy afortunadas y la película discurre con cierta gracia, simpáticas ocurrencias y en un tono cuando menos distencionante, logrando que quede bien plantado el mensaje de que, bajo cierto grado de presión, cualquier cobarde puede llegar a convertirse en el más valiente de los hombres.

Es seguro que, para los soldados que la vieron, “EL FANTASMA DE CANTERVILLE”, significó un momento de relax muy importante. Y como suele ocurrir, queda resaltar la encomiable actuación del gran Charles Laughton, el cual luce muy bien acompasado por un buen conjunto de actores de reparto.

Una frase para recordar, aportada por Jessica cuando alguien se sorprende de que siendo tan pequeñita sea ya una Lady. Ella responde: “Una dama es una dama cuando se comporta como tal”.
Luis Guillermo Cardona
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