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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Comedia. Drama. Musical Mario Leyva, famoso cantante en plena gloria acosado cada día mas por sus "fans", lleva la vida que le permiten, dedicado a su arte y dirigido profesionalmente por su "manager". Su popularidad le hace mezclarse en la publicidad de una marca de cigarrillos con frases publicitarias que se repiten en todos los idiomas. Una coronita de oro colocada en una cajetilla otorgará el premio de tres días en Mallorca con Leyva. Todo parece sencillo ... [+]
24 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando era un chico, apenas en la pubertad, comenzó mi afición por la balada romántica, y entre mis ídolos, tuve a Enrique Guzmán, Sandro y Raphael. Me gustaba mucho interpretar las canciones de los tres, pero, parece ser que a mis amigos les sonaba mejor cuando interpretaba a Raphael (Huapango Torero, Mi hermano, Me gusta pensar en ti, La casa vieja, la casa Nueva…), porque siempre me pedían, de él, una y otra canción… Con el tiempo, hasta comenzaron a llamarme “Raphael”, y de manera frecuente, nos agrupábamos en una acera donde, con suma satisfacción, les cantaba sus grandes éxitos. Esto me animó a adquirir cada LP suyo que salía al mercado, los cuales pagaba a crédito en cuotas semanales.

Por supuesto, cuando comenzaron a llegar las películas que, Raphael, protagonizaba, no me perdía ninguna, y siempre salía complacido porque, el haber podido verlo cantar era para mí inolvidable: Esa imponente voz, ese dominio del escenario… y esa forma única como sacaba del alma cada una de sus grandes canciones (Cuando tú no estás, Ave María, Que seas tú, Quédate con nosotros…), me erizaba la piel y me hacía vibrar el corazón… y de ñapa, algunas de las chicas que actuaban con él: Margaret B. Peters, Shirley Jones, Lesley-Anne Down… me dejaban tan enamorado como al personaje de turno.

<<SIN UN ADIÓS>>, es la tercera vez que la veo, y lo que siempre encuentro especial e inolvidable, es oír cantar al chico de Linares, esas dos obras maestras: La Balada de la Trompeta y Sin un adiós. ¡Que portento de voz!, ¡Que inmenso sentimiento! ¡Que excelentes arreglos orquestales de Waldo de los Ríos! y ¡Que enorme cantante es Raphael!

El arranque de la película me llena de optimismo: Estamos ante un ídolo de la canción, Mario (Leyva), el cual está pasando por su mejor momento, pero ya está mamado - ¡con sobrada razón! - de las fans histéricas que lo asedian sin darle respiro; y lo que tanto anhelaba, el Éxito, comienza a verlo como puro humo, o como dijera Shakespeare: “Mucho ruido y pocas nueces”. Mario, apenas cree en el amor; se siente compensado por el dinero… y a ratos quisiera volver a nacer porque, de seguro, siente que la vida con su vida sigue en deuda. ¡Ah!, y por contrato, ahora está obligado con una empresa fabricante de cigarrillos “infectos” -como él los llama- y tendrá que salir de paseo, durante tres días, con la chica que encuentre una coronita dentro de una de las cajetillas… pero, para su suerte, esta chica, Martha, es inglesa, preciosa y, además, encantadora.

Pero, desde entonces, la historia se diluye casi por completo: entra un paseo turístico con poca sustancia… un par de laaaargas coreografías de muy poco calado y canciones a puro grito… y el argumento hasta se enreda, un tanto, con el cuento de la hospitalización de la bella joven.

Vicente Escrivá, debe haber despachado este cuentecillo en cuestión de unas pocas semanas, pero, cuando en una película hay algo que nunca se olvida, siempre creo que valió la pena verla.
Luis Guillermo Cardona
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