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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama En 1794 Napoleón (Marlon Brando) conoce a Desirée (Jean Simmons), una bella joven de la que se enamora locamente. Sin embargo, el absorbente mundo de la política y de la guerra llega atrapar por completo la atención y el interés del brillante general. El dilema que se le plantea es el siguiente: renunciar a la gloria o renunciar al amor. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“DÉSIRÉE” comenzó como una biografía novelada, escrita en 1953 por Annemarie Selinko (1914-1986), una reconocida historiadora austríaca, autora de diversos libros de los cuales, cinco, han sido ya llevados al cine. Conocida su rigurosa investigación sobre la vida de aquella jovencita francesa bautizada como Bernadine Eugénie Désirée Clary, pero llamada tan sólo por su tercer nombre, y años más tarde renombrada Desideria, al convertirse en la reina de Suecia, muchos chocaron con la imagen que daba ella de Napoleón Bonaparte, el hombre del que Désirée fue su prometida, pero lo cierto es que la señora Selinko se basó fielmente en los diarios de su protagonista y su historia la dramatizó sujetándose a los hechos de la manera más veraz que le fue posible.

Como en toda historia, hay verdades, pero podrían escasear las precisiones, porque las mismas versiones de los hechos que haya podido dar Désirée, estaban sujetas a su capacidad perceptiva, a su estado emocional, y a la versión que hubiese recibido de algunos hechos, que bien pudieron haber sido falsos, inexactos o tergiversados. Es decir, la rigurosa verdad histórica no existe –y esto vale para cualquier personaje del mundo-, sólo tenemos acceso a aproximaciones a la verdad.

En tal sentido y dados los cambios dramáticos que, para su guión cinematográfico, debe haber añadido luego Daniel Taradash, más los toques finales que, por exigencias técnicas o de cualquier otra índole, impuso el director Henry Koster, queda claro que, como película, “DÉSIRÉE” hay que interpretarla por lo que cuenta, por los recursos utilizados para contarlo y por el significado que pueda dejar en cada espectador.

En lo que a mi respecta, tipos megalómanos como Carlomagno, Julio César o Napoleón, que exterminaron a millones de personas en su delirio de ser los dueños del planeta, por más buenas intenciones que pudiesen haber tenido, me resultan tan absurdos y lamentables como ordenar a un hombre que mate a otro dizque para que éste pague por su crimen. Nacen dos asesinos (el que ordena y el que ejecuta) para acabar con un tercero. ¡Habráse visto algo más estúpido!

Como mujer, el retrato que se nos da de Désirée me conmueve en su afán de encontrar el verdadero amor, su esperanza de llevar una vida tranquila al lado de la gente sencilla, y sintiéndose igual a todos los que rodean… pero lo único que logra en su esforzada existencia, es ser “amada” por militares ávidos de poder al coste que fuera, unos cuantos títulos honoríficos plasmados en hojas archivadas en un anaquel, y una vida palaciega, lúgubre y protocolaria, que jamás la satisface ni siquiera en lo más mínimo. El calor que le falta a la película, es bien explicable: Ni Selinko, ni Taradash, ni menos Koster, consiguieron verlo por lado alguno en la vida de aquella pobrísima gente.
Luis Guillermo Cardona
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