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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Comedia Charles Bailly, un prisionero francés, es deportado a Alemania para trabajar en una granja. Allí hará todo lo posible para cruzar la frontera y escapar del país, aunque para ello debe llevar consigo a una vaca llamada Margarita. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante su estreno, “LA VACA Y EL PRISIONERO”, tuvo ¡8.849.752 espectadores! Una cifra que no imagina siquiera la gran mayoría de los productores o directores de cine. Y para que se asombren, el 23 de septiembre de 1990 (31 años después de su estreno), fue pasada por el canal TF1 en versión coloreada... y ahora se cuenta entre las 100 mejores teleaudiencias que ese canal haya tenido.

¿Cómo explicar semejante éxito? ¿Cuál fue el azúcar de esta película para que haya atraído al público como a hormigas? ¿Por qué se la sigue recordando con agrado varias décadas después?

Lo primero que puede decirse, es que la protagoniza Fernandel, un comediante que, desde algunos años atrás, ya se había ganado el afecto del público con su personaje Don Camilo y, “LA VACA Y EL PRISIONERO”, fue su octava colaboración con el director, Henri Verneuil, con quien ya había cosechado éxitos como “El Fruto Prohibido” o “La Oveja Tiene Cinco Patas”. Su rol, ahora, además de encantador, está hecho para hacer historia: Un prisionero obligado a trabajar para los alemanes durante la II Guerra Mundial, se las ingenia para escapar haciéndose pasar por un inofensivo campesino que, supuestamente, traslada una vaca de una hacienda a otra, y con esta treta, recorrerá gran parte de Alemania, aspirando a volver a Marsella donde encontrará su libertad.

La protagonista femenina, no atrajo por su nombre, Marguerite (en la vida real Daisy), puesto que no era conocida del público, pero, podemos decir que fue elegida entre seiscientas aspirantes por su juventud y su vitalidad. Un granjero, especialista en ganado, fue contratado para que cuidase permanentemente de su alimentación y su salud, ya que, en el filme, fue tan importante como Fernandel… y en algún momento - véanla y lo comprobarán-, esta simpática vaca hasta consigue opacarlo (¡qué tal esa poética imagen en la que, un comando alemán, le hace la corte al saber que es de su tierra!). Sin discusión, de Marguerite también puede afirmarse que, en las estadísticas, figura entre los animales más apreciados de la historia del cine francés.

Pero, en lo personal, lo que me enamora de esta historia – y es seguro que a muchos espectadores les ha ocurrido lo mismo- es que reafirma algo de la más alta relevancia: Cuando te mueves por el mundo sin intención de hacer daño a nadie, y todo el que se cruza en tu camino, siente que ante tu presencia no corre peligro alguno y que, además, de ti recibe apoyo moral o material, nadie se atreverá a hacerte daño.

Charles Bailly, trata sin resquemor alguno a todos los seres que se encuentra (franceses, alemanes o rusos… soldados, fugitivos o hacendados…); para cada quien, tiene palabras respetuosas y afables, y con todo el que lo desea comparte su leche (eficaz metáfora política que, con su mano derecha arrastre a la vaca y con la izquierda porte el balde para compartir). Con esta actitud, Bailly reafirma otra ley existencial: “Dad y se os dará”. Nikos Kazantzakis (“La Última Tentación”) lo dice también con sabiduría: “Sólo te quedará lo que hayas dado”.

“LA VACA Y EL PRISIONERO”, trasciende todo aquello con lo que se suele animar al grueso del público (descrestes técnicos, escenas de alto estruendo y acciones de fuerte impacto dramático), y se queda en nuestro corazón con unos pocos, pero estupendos gags (la caída de los ciclistas es desternillante y la escena de cierre es el súmmum de las ironías del destino… pero debidamente compensada el 17 de marzo de 1945); con una preciosa exaltación de la tierra en libertad; y con un mensaje de vida al que ninguna otra cosa puede compararse.

Háganse un favor, véanla con el corazón dispuesto. La espiritualidad es también un viaje hacia nuestro propio interior.
Luis Guillermo Cardona
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