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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Drama Charles Strickland es un agente de bolsa, casado, con dos hijos, y sin conflicto visible con su familia. Un día cualquiera, la esposa encuentra una nota donde su esposo le anuncia que se ha separado y que se ha marchado para siempre a París. Cuando todo el mundo presupone que lo ha hecho por otra mujer, Geoffrey Wolfe, un escritor que se ha acaba de hacer amigo de la familia Strickland, comprueba que el motivo de su huida es otro muy ... [+]
20 de mayo de 2011
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡En cuantas ocasiones, la sabiduría de un hombre ha sido asumida como locura!, ¡Con cuán lamentable frecuencia, el ver más allá de lo que ven nuestros limitados ojos, genera repulsa y discriminación!, ¡Y cuántas veces, el afán de un hombre de seguir un fuerte y sagrado impulso que lo lleva por un rumbo mágico y nuevo, es entendido como un acto de soberbia!

Al seguir con firmeza la estrella que te guía, causarás dolor, porque este camino implica desprendimiento; despertarás malestar, porque estás obligado al abandono; y generarás ira y agresiones, porque muchos pensarán que, lo que haces, es un acto de egoísmo y de locura. Pero, cuando tu único objetivo es el Ser, no hay nunca en tu intención el hacer mal y, bien que sabes, que los que quedan atrás tendrán ocasión de resarcirse.

No sé cuanto de verdad y de ficción, sobre la vida del pintor francés Paul Gauguin, haya en la novela “LA LUNA Y SEIS PENIQUES” de William Somerset Maugham, pero el personaje que éste recrea, Charles Strikland -pese a ser un bocazas misógino como el resto de los personajes masculinos, y por supuesto, como el mismo autor, éste de inclinación homosexual-, me llega al alma y me remueve fibras muy recónditas, pues es evidente que está posicionado mucho más allá de los hombres comunes y de los cinco sentidos. Cuando lo leí, hace unos 30 años, y quizás comprendiendo muy poco, me sentí no obstante revolcado, pues presentía que algo grande había en el carácter, el desprendimiento, la definición y la sensibilidad de aquel artista. Desde entonces, conservé el libro como una de mis pequeñas joyas literarias. Por una motivación desconocida, pero luego entendida como necesaria a mi proceso vivencial, acabo de releerlo y siento que es una de las reflexiones más valiosas a las que un hombre pueda acceder en su vida, sobre todo, si consigue penetrar sin prejuicios, las acciones y sentimientos más allá de las palabras. Además, la misoginia verbal se diluirá sutilmente, cuando se vea como, contra los sarcasmos y agresiones verbales de Strickland, éste no consigue vivir sin ellas, y hace que ellas no puedan vivir sin él.

Poco que decir de esta adaptación cinematográfica, hecha por el debutante Albert Lewin, quien no va más allá de ilustrar, muy pobremente, los textos –que no las esenciales emociones- de manera casi literal, añadiendo conductistamente la palabra amor en boca de Strickland, y rotulando el filme con una salvedad al principio (“No es nuestro propósito defenderle) y con una condena, al final, que deja en claro que no entendió para nada al personaje, a la vez que deniega al espectador el derecho a formarse su propio criterio.

Y titular el libro y la película, en España, como “Soberbia” es un desatino de aquí a la Cochinchina.

Título para Latinoamérica: “LA LUNA Y SEIS PENIQUES”
Luis Guillermo Cardona
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