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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama A principios del siglo XX, una serie de adelantos técnicos transforma la vida de una comunidad campesina: el establecimiento de una granja-factoría para la cría de vacas y la llegada de un tractor favorecen el abandono de ciertas tradiciones seculares y la aparición de un nuevo tipo de sociedad. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine de Sergei Eisenstein, la mujer había tenido un lugar significativo, pero, evidentemente secundario. ¿La razón? Ese había sido su lugar en la historia. En “La Huelga”, la mujer está en medio de la lucha obrera, padeciendo las carencias sociales y sufriendo el maltrato de patronos y autoridades, pero, sin que tenga relieve alguno. En “El Acorazado Potemkin”, la más sobresaliente es la madre que, reclamando ayuda para su hijo baleado por los cosacos, decide encararlos tratando de que tengan una piedad que no encontrará. En “Octubre”, adicional a su rol de madre y aliada de los bolcheviques, también la veremos en el triste papel de soldado en el ejército de la muerte que protegería el Palacio de Invierno. Pero, cuando llega la idea de hacer, “LO VIEJO Y LO NUEVO” -un semidocumental de propaganda para ilustrar los avances que había tenido la vida en el campo ruso tras la Revolución Bolchevique-, a Eisenstein se le ocurrió que, era hora de que la mujer ocupase el justo lugar que ahora se merecía y que nunca tuvo en tiempos del zarismo, y para el caso, elige a Marfa Lapkina, una campesina iletrada que demostrará un gran compromiso cooperativista y de emprendimiento social. De paso, las restantes mujeres lucirán teniendo iniciativa… y su rol en la comunidad ya no será nunca más el de seres pasivos.

En los documentales, lo común era -y aún sigue siéndolo-, presentar una serie de datos e ilustrar con imágenes “objetivas” aquello que se dice, o simplemente, explicar con palabras aquello que se muestra. Para Eisenstein, el documental tenía que ser otra cosa si acaso buscaba la trascendencia. Ilustrar le resultaba demasiado simplista y él sentía que no podía perderse la posibilidad de abstraer la belleza, la fuerza, el elemento crítico, así como el valor independiente y de conjunto, que hay en cada ser humano, en cada cosa y en cada elemento de la naturaleza. Hasta en lo más simple, Eisenstein quiere ir siempre más allá para tratar de ver lo que, comúnmente, nadie ve. Teniendo a su favor un buen tiempo disponible y el respaldo del Estado para utilizar la película que necesitase, el director cuenta, también, con la potente cámara de Eduard Tissé y con la calificada asistencia de Grigori Alexandrov… y, huelga ya decirlo, tiene a su favor sus profundos estudios y sus prácticos ejercicios acerca del montaje cinematográfico y de la composición de imágenes, y todo esto hará que, “LO VIEJO Y LO NUEVO”, no sea un simple documental y luzca como una obra de arte que es un verdadero gusto ver.

A nivel político, se exalta un poco -y muy justamente- la imagen del gran líder del cambio social, Lenin, con unas pocas imágenes fijas, y el contraste entre la vida que llevaban los campesinos en el pasado con la que empezaron a llevar con la llegada de la industrialización y la maquinaria agrícola, es un hecho plausible e incontrovertible. La organización por medio de koljós (granjas comunitarias) con el apoyo de los sovjós (empresas agrarias del Estado), dio como resultado una inclusión de la clase campesina y obrera como nunca, los rusos, la habían conocido en su historia. La hoz y el martillo que se incluyeron en la bandera de la Unión Soviética y en la Estrella Roja, se volvieron símbolos radiantes de la justicia social.

¿Hubo errores, improcedencias, faltas graves? ¡Claro que las hubo! Ya occidente se ha encargado de promulgarlas - ¡y exagerarlas cuanto ha podido! - para justificar su propia incompetencia y para seguir en su camino de privilegios -sólo- para unos pocos, Pero, el socialismo era un sistema nuevo en el mundo; se tenía que superar deplorables herencias como el tener a cien millones de personas que la monarquía mantuvo en el mayor atraso: seres analfabetos, sin cualificación alguna y anclados en rezagados paradigmas repetidos durante siglos. Y, aún más, había que reconstruir el país y sacarlo del atraso histórico y cultural en que lo mantuvo el zarismo… miento, una gran cultura sí hubo, pero el acceso a ella era exclusivo de la aristocracia.

Termino con unas proféticas palabras de Karl Marx:

“Si la revolución concentra todas sus fuerzas para asegurar el fuerte desarrollo de la comunidad campesina, ésta se erigirá, muy pronto, en elemento regenerador de la sociedad y en elemento de superioridad sobre los países sojuzgados por el régimen capitalista”.
Luis Guillermo Cardona
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