Después de demostrar que en su primera ópera “Salto al Vacío” (1995) la gente podía salir bien airada de las salas con esa muestra-puñetazo y mala leche de moderno cine suburbano de los noventa y gracias a la complicidad de la de su entonces musa Najwa Nimri, Daniel Calparsoro se ha dejado llevar por una filmografía irregular que le ha reportado obras tan interesantes como desconcertantes: “Pasajes” (1996), y “A Ciegas” (1997). Con “Asfalto” se fue al Madrid del extrarradio para narrar el triangulo formado por Lucía (Najwa Nimri), Charli (Juan Diego Botto) y el Chino (Gustavo Salmerón) éste último novio de y hermano de un posesivo policía nacional (Alfredo Villa) que lo quiere en el cuerpo más que en la calle. Un desencadenante de circunstancias relacionadas con un alijo de droga que han robado e intentan vender los va a llevar a una espiral de violencia, más allá del desenfreno pasional originado entre los tres.

Usando un lenguaje callejero muy habitual (recurrido de la jerga) Calparsoro consolida un relato que esquiva los convencionalismos del policíaco para adentrarse en el terreno personal de los tres protagonistas frente a los peligrosos obstáculos que les acechan. Sin enriquecer el argumento pero derrochando una dosis de mala bava exteriorizada en el estado de ánimo de su reparto (incluidos Alfredo Villa y Antonia San Juan, ésta última haciendo de madre de Najwa Nimri). Por lo que podría considerarse que, por ser una de las mejores películas de su director, “Asfalto” es un film de problemática juvenil disfrazado de thriller.