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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Drama El viejo Shukichi Hirayama (Hashizume) y su esposa Tomiko (Yoshiyuki) viven en una pequeña isla. Aunque no les gusta la vida urbana, van a Tokio a pasar unos días con sus hijos. El mayor (Masahiko Nishimura) dirige un hospital; la mediana (Tomoko Nakajima) es dueña de un salón de belleza, y el pequeño (Satoshi Tsumabuki) trabaja en el teatro. Remake de "Cuentos de Tokio" de Yasujiro Ozu. (FILMAFFINITY)
14 de marzo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película que es, claramente, la versión actual de la obra maestra de Yasejiro Ozu, “Cuentos de Tokio”. Al parecer, Yamada, de 82 años de edad, homenajea aquí a Yasojiro Ozu porque éste fue su mentor muchos años atrás. Y lo hace demostrando una profunda admiración por la película de Ozu. No pretende competir, ni mejorarla, ni intenta copiarla. Sencillamente hace la película que seguramente cree que habría hecho Ozu en estos momentos.

El guión no es exactamente igual. No es un remake propiamente dicho. Cambian algunas cosas. Es lógico, han pasado sesenta años, ya no estamos en los años posteriores a la segunda guerra mundial. Pero quizá precisamente por eso la diferencia entre lo tradicional y lo moderno es aún mayor que en la película de Ozu. Los teléfonos móviles, obviamente, pero también otros detalles como los trenes bala, los comedores con sillas y mesas altas (occidentales, en lugar de las mesas bajas tradicionales), o los cubiertos en los restaurantes (en lugar de los palillos) quieren transmitirnos ese contraste entre lo más avanzado y lo más tradicional. Un contraste que puede percibir cualquiera que visite Tokio.

Pero el mensaje es el mismo. En realidad, es la misma película, adaptada a estos tiempos. Ozu plasmó como nadie esa distancia insalvable que separa las generaciones, más insalvable aún cuando se trata de miembros de la misma familia. Esa brecha que abren los hijos, a modo de zanja para protegerse de los padres, para distanciarse de ellos, para dejar de sentir su protección, su sombra. Mientras los padres no pueden evitar seguir pendientes de ellos siempre, por mucha distancia que haya, orbitando en torno a los hijos de un modo irrefrenable, como satélites que no son dueños de su movimiento. Los padres son, antes que nada, padres. Los hijos no. Los hijos son primero padres, luego esposos, amigos, etc. y finalmente hijos. Y no hay culpables, ni vencedores, ni vencidos. Porque los hijos de hoy serán los padres de mañana, así que son simplemente etapas de esta injusta pero implacable “ley de vida”.

La familia se reune como consecuencia de la llegada de los padres. Esa es la gran función de los padres, cuando los padres ya son viejos: la de unir a la familia. Hijos, nietos, nueras, yernos, todos reunidos porque llegan los padres, o porque se van los padres, o porque mueren los padres. Los padres son los que mantienen las ramas unidas al tronco. Cuando desaparecen, ya es otra cosa. Pero mientras están los padres, la familia se reune para comer, hablar… y se nota mucho que es forzado. No es que no se quieran, sí que se quieren. Pero hay un algo forzado en intentar entenderse por razones de consanguineidad. Cada uno tiene su vida y sus problemas, y cuesta cambiar el chip e integrarse en una familia, en la familia que un día fue tuya, antes de que formaras la propia.

Me gustó mucho la película. Había mucho peligro de que no me gustara, porque venero la original, pero pasó la prueba. Funciona porque es natural, sin pretensiones, porque se nota que está hecha con cariño, porque no es difícil identificarse con alguno o varios de los personajes, porque está realizada con sensibilidad y dulzura, con gotas de sentido del humor y con un realismo que llega a ser doloroso por momentos. Evidentemente, no es “Cuentos de Tokio”. Claro que no. Hay obras que no se pueden hacer mejor de lo que se hicieron, por muchos años que pasen. Pero el objetivo, para mi, no es compararla con “Cuentos de Tokio”, sino compararlas con las demás películas que se pueden ver en el cine en estos momentos. Y, desde ese punto de vista, la película es francamente deliciosa. Yo, al menos, la disfruté mucho.

Yoji Yamada, como ya hizo Ozu en su momento, nos fuerza a reflexionar sobre ese ingrato e implacable enemigo que es el tiempo. Sobre sus reglas y sobre las consecuencias que tiene en la vida. Es una melancólica mirada hacia lo más íntimo de nosotros, hacia lo que somos y hacia aquello en lo que nos vamos convirtiendo con el paso de los años. Porque, obviamente, la película es sobre las diferencias generacionales, si. La película es sobre las diferencias entre la vida anónima y egoísta de la gente de las grandes ciudades en contraste con la de los pueblos pequeños, donde no tienes intimidad pero la gente se ayuda más, también. La película es sobre las relaciones familiares y la hipocresía que las rodea, desde luego que si. Pero sobre todo, a mi entender, la película es sobre el paso del tiempo. Porque uno se ve reflejado en el chico joven que tiene la vida por delante y está enamorado, con el futuro latiéndole en el alma, pero también con el señor maduro, con hijos, que tiene que ser sensato y abnegado, y desde luego con el viejo que solo tiene pasado. Los tres podemos ser nosotros, lo único que diferencia a unos de otros es el tiempo.

El trabajo del director es excelente. Nada nuevo, tratándose de quien es. Yoji Yamada es un reputado director, autor de perlas como “El ocaso del samurai”, por lo que no sorprende el impecable trabajo que firma. Los actores también rayan a un alto nivel, destacando la interpretación de Kazuko Yoshiyuki, en el papel de la anciana madre.

Por último, quiero mencionar la música. Me parece otro de los puntos fuertes. La música de Joe Isaishi es una preciosidad, y sirve para revestir a la película de una melancolía añadida. Tanto en los momentos felices como en los tristes, la música de Isaishi interviene para poner la guinda a lo que sucede en la pantalla. Excelente y altamente degustable.

“Una familia de Tokio” gustará seguro a todos aquellos que no hayan visto “Cuentos de Tokio” (siempre que la vean en versión original, ya que no me responsabilizo de los doblajes), y a los que, habiéndola visto, no la juzguen en comparación con la obra de Ozu sino como lo que es, un homenaje bienintencionado y mucho más que digno.

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keizz
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