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España España · Madrid
Voto de keizz:
6
Drama Los habitantes de la isla de Amami, viven en armonía con la naturaleza, están convencidos de que en cada árbol, cada piedra y cada planta vive un dios. Una tarde de verano, Kaito descubre el cuerpo de un hombre flotando en el mar. Su amiga Kyoko le ayudará a descifrar el misterio. Crecerán juntos, aprendiendo a ser adultos, descubriendo los ciclos de la vida, la muerte y el amor. (FILMAFFINITY)
23 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la isla japonesa de Amami-Oshima vive Kaito (Nijiro Murakami), un adolescente de dieciseis años que una noche descubre un cadáver flotando en el mar. Los padres de Kaito están separados, el padre vive en Tokio y la madre vive con Kaito pero pasa mucho tiempo fuera de casa. El muchacho pasa mucho tiempo con su amiga Kyoko (Jun Yoshinaga), cuya madre (Miyuki Matsuda) está muy enferma, y que poco a poco se va enamorando de Kaito.

Dirigida por Naomi Kawase, “Aguas tranquilas” es una película que requiere que el espectador se sintonice con el ritmo pausado que plantea. En la isla en que se desarrollan los acontecimientos la vida es lenta, tranquila, siguiendo el ritmo de la naturaleza, y eso se refleja en la pantalla, puesto que todo se cuece despacio, sin prisas, por lo que un espectador desincronizado tenderá inevitablemente al aburrimiento.

La película plasma una cotidianidad rural que nos resulta totalmente ajena para nosotros que lo vemos con ojos occidentales. La vida tranquila, la pesca, la relación íntima con la naturaleza, el respeto a los mayores, la importancia de las tradiciones, incluso los vínculos familiares que Kawase expone nos resultan exóticos y son un certero reflejo de la sociedad japonesa.

Estamos ante un film de una estética excepcional, un envoltorio precioso, una innegable belleza, cuidadísimo en lo formal, tratado con la máxima sensibilidad visual, y sin embargo la película no me caló. No se trata solo de su exceso de inacción, yo aguanto bastante bien las películas de ritmo pausado, hasta las prefiero, pero siempre que pase algo, que me cuenten algo, que todo ese formato vaya hacia alguna parte, que camine lento, pero que camine. Y, en este caso, la película no anda. Al menos, para mí.

Mientras la veía me estaba esforzando porque me gustara, deseaba que me gustara, porque reconocía la belleza en las imágenes, porque disfrutaba de la estética visual, de su inmejorable fotografía, pero no lo terminaba de conseguir. Detrás de tanta belleza en esos planos de la playa, de los bailes tradicionales, de tantos silencios, de tantas miradas, de tantos pretendidos matices, no había nada, o yo no lo encontré. Aunque me esforzaba, mi mente terminaba por distraerse.

Mucha culpa la tienen los dos actores principales, los dos adolescentes. He leído que el chico no era actor y que es su primer papel. Me lo creo. Ni él ni su compañera de reparto (pero sobre todo él) fueron capaces de transmitirme absolutamente nada. Más allá de que haya cosas más o menos creíbles en sí mismas (la chica se pasa la película intentando tirarse al chico, pero éste se resiste), si los actores no resultan convincentes es muy difícil que la película te llegue.

“Aguas tranquilas” es una reflexión sobre la vida, la muerte, el amor y la naturaleza. Al menos, así lo entendí yo. Y todo desde el punto de vista de un japonés. Dicho así, tiene toda la pinta de ser interesante, quizá por eso da más rabia que la película se vaya escapando de tu atención, como el agua se escapa entre las manos sin que puedas evitarlo. Tenía ingredientes y estilo para ser una gran película, pero hay que tener algo que contar, y actores que lo hagan creíble.

A pesar de todo, no supuso un tostón para mi. Son tan primorosas las imágenes que ves, que no me desagradó su visionado. El lirismo de su propuesta visual es suficiente para que no tuviera la sensación de haber tirado el dinero, pero sinceramente, esperaba más de esta película.

Viendo “Aguas tranquilas” me venía a la cabeza continuamente el cine de Ozu y hasta el de Miyazaki. Y eso es un arma de doble filo. Por una parte, cualquier cosa que me evoque a aquellas películas me satisface, pero por otra, las comparaciones son odiosas.

Como puntos fuertes citaré las escenas en que sacrifican a la cabra (difícil no apartar la vista de la pantalla), la fiesta nocturna del principio del film, y la secuencia en que los que acompañan a la madre moribunda cantan a petición suya, añadiendo así belleza y liberando la tensión de la escena de una muerte.

En resumen, película digna, con cosas rescatables, innegablemente bella, pero que deja una sensación de obra fallida, o de que uno no la ha visto en el momento adecuado.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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