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España España · Madrid
Voto de keizz:
7
Drama China, a finales de 1999. Tao, una joven de Fenyang, es cortejada por sus dos amigos de la infancia, Zang y Lianzi. Zang, propietario de una estación de gasolina, está destinado a un futuro prometedor, mientras que Liang trabaja en una mina de carbón. Su corazón está dividido entre los dos hombres, y debe tomar una decisión que sellará su destino y el de su futuro hijo. (FILMAFFINITY)
30 de junio de 2016
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tao (Tao Zhao) es una chica que vive en la ciudad china de Fenyang. Liangzi ( Jing Dong Liang) y Zhang (Yi Zhang) son dos amigos que están enamorados de ella. El primero es humilde y trabaja en la mina, mientras que el segundo ha hecho fortuna y es cada vez más rico. Obviamente, Tao decide casarse con Zhang. Liangzi, con el corazón roto, decide abandonar la ciudad. Tao y Zhang tienen un hijo, al que ponen de nombre Dollar (Zijian Dong). Pero las cosas no son como Tao imaginaba, y la pareja termina separándose y, de común acuerdo, deciden que Dollar se vaya a vivir con su padre, para que tenga más medios y vaya a mejores colegios. Inevitablemente, el futuro de Dollar se verá determinado por la situación de sus padres.

Se trata de la última película de Jia Zhang-Ke, el director de “Naturaleza muerta” y “Un toque de violencia”. Con su peculiar estilo, el director chino realiza este melodrama en tres actos. El primero transcurre en 1999, con el cambio del milenio, el segundo en 2014 y el tercero en 2025. Pasado, presente y futuro en las vidas de los personajes de esta película llena de emociones que transcurren en los habituales escenarios de las películas de Zhang-Ke, ciudades frías, paisajes desolados, minas, arena, obras y zonas nada pintorescas.

La película se inicia con el “Go west” de los Pet Shop Boys y un grupo de chicos y chicas bailando. No hay títulos iniciales. Estos aparecen a los 50 minutos, cuando ha acabado la primera historia (la del pasado) y comienza la segunda (la del presente). Ahí aparecen los créditos iniciales, de manera sorprendente, en uno de los habituales toques peculiares de este director.

Los tres actos de la película, bien delimitados, hacen que veamos con claridad el contraste ocasionado por el paso del tiempo. Este es el principal asunto que trata la película, el paso del tiempo y las consecuencias que tienen en el futuro las decisiones del presente. También se pone énfasis en la importancia del factor económico, tanto en las personas individualmente como en la sociedad en general. El dinero determina demasiadas cosas, desgraciadamente. El detalle de poner de nombre a su hijo Dólar, ya es suficientemente significativo.

Zhang-Ke también da un toque respecto al problema de la comunicación, algo que va creciendo a medida que pasa el tiempo. En el tercer capítulo, en el año 2025, el padre y el hijo hablan más a través de la tablet que con sus propias palabras, y cada uno lo hace en un idioma. El hijo ya no sabe hablar chino y apenas recuerda a su madre.

El ritmo es lento, como uno espera del cine asiático, pero la película no es tediosa en absoluto. Es el ritmo que corresponde. Incluso diría que quizá le habría venido mejor algo más de pausa, hay situaciones que se resuelven con excesiva celeridad, y subtramas que desaparecen sin saber por qué. El director apela a las emociones del espectador y la película tiene un tono triste y melancólico, incluso en la primera parte de la misma, en la que casi todo son risas, alegría y optimismo.

El contraste entre la alegría y la tristeza viene marcado por las dos canciones que suenan varias veces en la película: Por un lado “Go west”, y por otro “Take care”, una vieja canción en cantonés interpretada por Sally Yeh que es pura melancolía. Fuera de las canciones, hay escenas en las que suena música de piano y poco más.

Si la primera parte es alegría, optimismo y toma de decisiones, la segunda es puro dolor. Es el presente. Oscuro, sombrío, doloroso. Las personas queridas se van, están lejos. Los reencuentros no son como los imaginábamos. Como dicen en la película, “Nadie está en tu vida para siempre”.

Y luego llega la tercera parte, el futuro. Para mi, la peor de las tres. No terminé de entender las cosas que pasan, y no me creí casi nada de lo que vi. Y es una pena, porque hasta entonces me estaba gustando mucho. Tampoco me gustaron los diálogos de esa parte, ni las interpretaciones, ni las caracterizaciones (grotesca la del padre). Eso si, los minutos finales son poéticos y muy bonitos.

A pesar de esa última parte no tan buena, me gustó la película. Zhang-Ke es, definitivamente, uno de los directores asiáticos más interesantes de la actualidad. La película hace pensar, hace sentir, y a diferencia de la mayoría de los melodramas, lo hace con elegancia y buen gusto.

Quizá el problema es que algunos esperábamos otra “Un toque de violencia” y ésta es muy distinta. Tal vez Zhang-Ke ha sido demasiado ambicioso en su proyecto de intentar plasmar en película demasiados sentimientos, demasiados años de vida, demasiado amplio el catálogo de renovaciones que las personas sufrimos en 25 años de existencia en los que estamos en continua metamorfosis.

Es una película triste, y la tristeza es bonita. Como la escena final, triste, bella, apabullante.

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keizz
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