Denme un buen guión y recibirán un film imposible de aburrir. Planten en escena a un actor hábil, histriónico (en el buen sentido), y obtendrán un film difícil de aburrir. Coloquen frente a la cámara una actriz equilibrada, carismática, sutil y disfrutarán de un film encantador. Entreguen la responsabilidad de la dirección a alguien que sabe que lo más importante es la historia y podrán evitar juicios y reproches lastimeros. A pesar de la escena ultra romántica del prefinal, donde asistiremos a la "mayor tocada de nalgas" de la historia del cine, la película logra convencer con su sincera temática adulta.