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Voto de Francesca:
8
Drama Isabelle, una hermosa joven de 17 años que pertenece a una familia de clase alta de París, parece tener el mundo a sus pies. Pero tras un verano en el que la pérdida de la virginidad le resulta decepcionante, un viaje de autodescubrimiento sexual la embarcará a partir del otoño en una doble vida: estudiante de día y prostituta de lujo por las tardes. Esta es su historia, a través de cuatro estaciones y cuatro canciones. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el filósofo Kant, una de las características de una obra de arte (además de desinteresada, universal y necesaria) es que posee una finalidad sin fin. Es decir, el autor lo ha hecho por algo, pero no tiene un objetivo específico (como lo puede tener un vaso, unas gafas, unos zapatos, etc.). La obra de arte no sirve para “nada” en términos prácticos; la observamos y en ese juego entre la imaginación (lo que sentimos y nos evoca) y el entendimiento (conseguir aprehender el significado), reside la belleza. Es decir, toda verdadera obra de arte encierra ese misterio, nos lleva hacia algo que no conseguimos del todo captar.

Así es esta película de Ozon, tiene algo inquietante, bello, pero no conseguimos dar con la clave. La primera pregunta a la que ni nuestra imaginación ni nuestro entendimiento logran dar una respuesta es ¿por qué se prostituye? ¿Por qué se lanza de cabeza en una actividad que, al margen de la cuestión moral, tiene enormes riesgos (contraer enfermedades, caer en las redes de prostitución, topar con un psicópata…)? Isabelle parece ajena a todos estos interrogantes. El llevar una doble vida tampoco parece causarle mayor rubor. No hay nada en la película que nos dé una clave sobre los motivos. En unas declaraciones sobre la obra, Ozon afirma: “No emito mi opinión sobre este tema, solo quería mostrar lo fácil que es, para una adolescente, llegar a la prostitución gracias a las nuevas tecnologías”.

Nosotros, como espectadores podemos intentar dar una explicación: es la historia de una adolescente que explora los límites de lo prohibido, de su cuerpo, de su temor a lo desconocido (cada cliente es una aventura), de la doble vida. Es la historia de una chica que busca su poder mediante el sexo (ella ofrece un servicio y el cliente paga, es dueña de su trabajo). Es la historia de una adolescente que quiere romper con su entorno, hacer algo que nadie en su situación privilegiada haría… Podrían ser claves, pero nada nos permite profundizar en una dirección u otra.

Sin embargo, al margen de estas cuestiones de fondo, la belleza formal es cautivadora. Isabelle/Léa (Marine Vatch) nos lleva en este paseo por el filo. No podemos dejar de mirarla, aunque la verdad, sería imposible visto que aparece y todos y cada unos de los fotogramas. La fotografía es luminosa y suave.

A ver, a ver… Más cosas: hay una cuestión con las puertas; nadie toca a la puerta antes de entrar. De hecho, cada vez que alguien abre una puerta (sin tocar) se encuentra con algo inesperado: el hermano que ve a Isabelle masturbarse al principio; el padrastro que topa con ella duchándose, etc.). Otro tema: hay escenas de sexo, pero no se ve a ninguno de los personajes disfrutar. Es un sexo opaco. Otro aspecto interesante: la relación madre-hija; ese momento en que las madres quieren retener a sus hijas, pero estas ya han dado el paso, ya han creado su mundo, son adultas…

Pero dicho todo esto, volvemos a la pregunta inicial: ¿por qué se prostituye? Quizás es por lo que decía el padrastro en un momento dado: “no es de extrañar que los hombres si fijen en ella, es joven y bonita”. Explicación floja cuando no machista, etc. Y entonces caemos en la cuenta de que nos faltan claves, por mucho que Ozon invite a que cada uno saque sus propias conclusiones: “Hay múltiples razones para que Isabelle se comporte así, y cada uno puede interpretarlo como le plazca”. Ya, pero quizás es ahí donde necesitamos algo de precisión del personaje, algo que nos permita concretar un poco más lo que siente y lo que mueve al personaje, una clave para entenderla a ella, no dar una explicación desde fuera. Un diario íntimo en el que plasmara sus intimidades, una amiga en quien confiara… Incluso en las sesiones con el psicólogo no consiguen arrojar luz sobre su comportamiento. Queda entonces al final la impresión de “finalidad sin fin”, no en el sentido kantiano, sino en el sentido de intuimos que no hay un por qué.

Lo mejor:
- Ella. Impresionante. Posee una belleza sencilla, pero magnética.
- La fotografía, suave y luminosa.

Lo peor:
- Demasiada indefinición.
Francesca
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