Después del excelente comienzo, con una brillante Penélope Cruz, Pedro Almodóvar vuelve a ofrecernos un melodrama de intensas pasiones, como solo él sabe hacerlo. En esta ocasión prescinde de los típicos personajes excéntricos que aparecen en sus películas, pero en cambio depende mucho de las coincidencias o casualidades para hacer avanzar el relato. Esto le resta cierta credibilidad a la historia. Y aunque los actores están genial, a Liberto Rabal le viene muy grande el personaje y en muchos momentos está a punto de echar por tierra la película. Por lo demás, Almodóvar vuelve a demostrar que es un director sólido y con muy buen gusto para elegir canciones para sus historias.