Impagable experiencia la vivida esta tarde.

Atila, cerveza, yo; gracias por existir.

A falta de unos subtítulos para poder roer adecuadamente esta película, cuyo guión contribuí a escribir por cierto, he recurrido al flamante forero Atila, que me ha prestado sus servicios traductores notablemente.

Y ahí, incrustados en el sofá de mi zulo, cual Robson y Mourinho, he presenciado una de las películas más amargas y tristes de mi carrera, equiparable a Homeboy en tanto en cuanto ambas son creadas por mí y radiografían la desolación y mi infierno, pero más consistente, más emotiva.

No es ninguna maravilla, ni por asomo se equipara a mis grandes logros, pero aplaudo a Lori Singer, mi compañera de encuentros y desencuentros que está espléndida, a su hermano cabrón, que realmente lo hace bien, y a mi actuación, donde me dejo la piel.

El guión es discreto y tópico, la realización es exasperantemente vulgar, pero tiene un encanto arrebatador. No al nivel de The Wrestler, pero por ahí van los tiros.

Y por último, la gran sorpresa de la función, la irrupción de una tal Lucinda Williams tocando Something About What Happens When We Talk en un garito perdido donde danzo con mi amada, y que básicamente es así porque básicamente es una de las canciones que más adoro de esa mujer.

Llegando ese punto, y viéndome a mí en la recta final romperme de amor y cuajar unos momentos interpretativos muy notables, yo no puedo ser objetivo y, evidentemente, me quito el sombrero de cowboy, lo lleno de vino y brindo con el mundo.