Desconcertante pero interesantísimo engendro de Corman.

Con una puesta en escena que convierte mis grabaciones domésticas en La Hija De Ryan, este pequeño gigante perpetra una película modesta, pero que late con inusitada furia y odio hacia la especie humana, lo cual a mí me suele seducir poderosamente.

Además de poseer un título en castellano absolutamente irresistible, de mis favoritos a partir de ya de toda la historia del cine (Yo Fui Un Cavernícola Adolescente), su gran baza está en los cinco últimos minutos, donde los dioses y monstruos se quitan la careta, donde Corman quita la anilla a la bomba, y que remiten a desangelados desenlaces propios de la época de psicosis nuclear, como el de Punto Límite o El Planeta De Los Marcelos.

Antes hay que soportar una gran parte de metraje arduo, y apostaría un brazo que si la película dura una hora él debió de tardar una hora y cuarto en rodarla, pero cuando llega el seísmo yo disfruté como un cuervo rebañando vísceras.