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España España · Madrid
Voto de Barfly:
8
Drama Tres días antes del Año Nuevo iraní, Rouhi es contratada como criada por Morteza y Mojdeh, un matrimonio que vive con su hijo. Mojdeh sospecha que su marido le es infiel. Rouhi observa las relaciones y circunstancias que rodean la vida de esa familia durante el "Miércoles de Fuegos". (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2013
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siniestra, valiente y corrosiva puñalada al corazón de las relaciones familiares propinada por un rascacielos con claqueta, un tipo que baila como una mariposa, pica como una avispa y mira como un tigre, Asghar Farhadi.

Con Nader Y Simin: Una Separación ya nos voló el cráneo a algunos cuajando la que fue para mi gusto la película más brillante de 2011, y yo fui el primero en sospechar que tal vez ese recital no fuera más que una bendita casualidad, una puntual alineación de astros. Motta, constatada mi euforia, me espoleó a que contemplara la anterior, A Proposito De Elly, y desde luego que acabé agitando la bufanda y rebozándome en su alfombra, porque me topé con otra película prácticamente al nivel en términos de dramatismo, suspense y lucidez, otra absoluta genialidad. Farhadi confirmaba su inapelable talento y su habilidad para incorporar a su discurso los mecanismos narrativos más eficaces del buen cine occidental y, a la vez, desembarazarse de todos los lastres mesiánicos, maniqueos e idiotizantes que tanto distinguen a muchas películas americanas actuales.

Pues bien, Fireworks Wednesday, anterior a esta última, es el aldabonazo que tal vez más me ha sorprendido de todos, el que menos he visto venir, el más inesperado. Quizá interpretativamente esté un punto por debajo, quizá tarde un poco en ajustar el foco, puede que su guión esté ligerísimamente menos trabajado, pero en todo lo demás, está al nivel de las dos barbaridades comentadas. Y es posible que nos encontremos ante su obra más desgarrada, más llena de angustia y cólera. En particular, la última media hora me ha parecido asombrosa, memorable hasta el hartazgo, con los fuegos artificiales retumbando por las calles de Irán en perfecta consonancia con las brasas interiores que van consumiendo a sus protagonistas, con esos dilemas tan humanos y creíbles que plantea el cine de este tipo, con esa exposición tan cristalina y lúcida de los demonios conyugales con el fin de que el espectador juzgue, con esa huida tan inteligente del posicionamiento y la doctrina. Es una recta final hipnótica, inmensa, una de las más perturbadoras de los últimos años. El mundo se va a pique, la raza humana se desmorona, los corazones bombean azufre, el futuro no es lo que era, señor Angel, y por suerte aún quedan directores con pelotas para plasmarlo en películas sin necesidad de vaselina ni rotulador fluorescente.

A día de hoy, sin vacilaciones ni titubeos, con la mirada arriba y la mano acariciando un bulto en mi pantalón, declaro que si este planeta hubiera comenzado a girar en 2006, el mejor director del mundo se llamaría Asghar Farhadi.
Barfly
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