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Voto de Javier:
9
1971
6,2
432
Documental. Drama. Comedia
En 1971, en plena resaca del Mayo del 68, el cineasta yugoslavo Dusan Makavejev se convierte en el artista escandaloso del momento con esta especie de falso documental sobre sexo y política, en el que se combinan noticiarios, entrevistas, ficción y ocurrencias surrealistas varias. El guion, apenas esbozado, gira en torno a la vida y obra del psiquiatra austriaco Wilhelm Reich, descubridor de la energía orgásmica, y a las peripecias de ... [+]
13 de junio de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Declarado persona non grata en su ahora inexistente Yugoslavia natal tras la realización de WR: Misterios del organismo, el Braque del cine europeo de los sesenta presenta en esta oportunidad, deliberadamente e incuestionablemente, una de las películas más subversivas de la cinematografía de la época.
Esta sátira política contenida de alta explicitud erótica es revolucionaria en tanto subvierte los cánones narrativos y de montaje tradicionales, que él consideraba una fórmula impuesta opresiva, una prisión para la libertad creativa, una mentira (¿o una no verdad?). Para darle cuerpo a este ejercicio de “antinarración” audiovisual el yugoslavo hace uso del collage, un tanto popular en los sesenta y setentas, imbricando escenas cinematográficas de las más peculiares procedencias, algunas propias y otras tomadas prestadas, sin un hilo conductor narrativo aparente a simple vista. También apreciamos como, entre otros mecanismos más detallados, se vale de la utilización de sonidos dispares respecto a la imagen en muestra. De esta manera logramos ver cómo desfila en pantalla el entrecruzamiento de extractos documentales de la vida y obra del excéntrico Wilhelm Reich, de quien provienen las iniciales del título; fragmentos de filmes propagandísticos de la unión soviética, protagonizados por un heróico Stalin; imágenes reales de un sanatorio psiquiátrico, con terapia electroconvulsiva incluída; un travesti de la Factory de Warhol paseando con un amante por Manhattan ante miradas inquisidoras; una pareja de jóvenes follando al aire libre; multitudinarias movilizaciones en la China comunista; el vocalista de The Fugs (Kill for peace) vestido de soldado de juguete, que cuando no masturbada su rifle deambulaba por calles atacando transeúntes burgueses y rampando por edificios institucionales; el proceso de erección inducida y réplica artesanal de un pene a manos de una hacendosa artista; y la historia ficticia de Milena, jóven comunista admiradora de W.R., que germina una relación con un artista ruso también comunista.
Esta sátira política contenida de alta explicitud erótica es revolucionaria en tanto subvierte los cánones narrativos y de montaje tradicionales, que él consideraba una fórmula impuesta opresiva, una prisión para la libertad creativa, una mentira (¿o una no verdad?). Para darle cuerpo a este ejercicio de “antinarración” audiovisual el yugoslavo hace uso del collage, un tanto popular en los sesenta y setentas, imbricando escenas cinematográficas de las más peculiares procedencias, algunas propias y otras tomadas prestadas, sin un hilo conductor narrativo aparente a simple vista. También apreciamos como, entre otros mecanismos más detallados, se vale de la utilización de sonidos dispares respecto a la imagen en muestra. De esta manera logramos ver cómo desfila en pantalla el entrecruzamiento de extractos documentales de la vida y obra del excéntrico Wilhelm Reich, de quien provienen las iniciales del título; fragmentos de filmes propagandísticos de la unión soviética, protagonizados por un heróico Stalin; imágenes reales de un sanatorio psiquiátrico, con terapia electroconvulsiva incluída; un travesti de la Factory de Warhol paseando con un amante por Manhattan ante miradas inquisidoras; una pareja de jóvenes follando al aire libre; multitudinarias movilizaciones en la China comunista; el vocalista de The Fugs (Kill for peace) vestido de soldado de juguete, que cuando no masturbada su rifle deambulaba por calles atacando transeúntes burgueses y rampando por edificios institucionales; el proceso de erección inducida y réplica artesanal de un pene a manos de una hacendosa artista; y la historia ficticia de Milena, jóven comunista admiradora de W.R., que germina una relación con un artista ruso también comunista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Partiendo de la retorcida premisa ya sugerida, Makavejev entabla en pantalla la fricción entre genitales anarquistas y la sexualidad fascista. Entre el orgón y el comunismo. O, lo que viene a ser lo mismo en esta ocasión, la disputa retórica entre Wilhelm Reich y Stalin/Lenin; de ahí la secuencia de yuxtaposición de imágenes de un discurso de Stalin y la culminación de la escultura de un falo en erección. Este mismo diálogo es razón intrínseca del origen de la historia entre Milena, que no concebía la revolución sin el amor libre, y Vladimir Ilych, el inmaculado artista al servicio del pueblo. Razón de la cúspide emotiva del filme en la hermosa escena de los manotazos y reproche de Milena ante la resistencia de Vladimir de rendirse a las más naturales pasiones del individuo, culpando a su compromiso de una “endeble mentira disfrazada de verdad histórica”. Razón del desenlace de la historia, en la que el artista decapita a su amante con su patín fascista, tras eyacular una ingente cantidad de semen en ella, para así ocultar su mundanalidad y salvar la pureza de su idealismo comunista de la contaminación crítica yugoslava.
Esta estrambótica e impensable aleación de material visual hubiese dado como resultado el más disparatado esperpento en manos de cualquier realizador que no sea nuestro yugoslavo subversivo, admirador y admirado por la Nouvelle Vague. Sin embargo, y muy a pesar de la inexistencia de un guión, como se lo propuso para todas sus películas, tras la irreverencia, provocación, humor y ligereza liminar de las imágenes entremezcladas subyace una forma inconsciente, un hilo conductor, un mensaje serio y latente: la oposición y consecuente revolución ante cualquier forma de dogma o autoridad opresiva, sea ésta política, sexual o artística.
Esta estrambótica e impensable aleación de material visual hubiese dado como resultado el más disparatado esperpento en manos de cualquier realizador que no sea nuestro yugoslavo subversivo, admirador y admirado por la Nouvelle Vague. Sin embargo, y muy a pesar de la inexistencia de un guión, como se lo propuso para todas sus películas, tras la irreverencia, provocación, humor y ligereza liminar de las imágenes entremezcladas subyace una forma inconsciente, un hilo conductor, un mensaje serio y latente: la oposición y consecuente revolución ante cualquier forma de dogma o autoridad opresiva, sea ésta política, sexual o artística.