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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Terror Famosa adaptacion del clásico de Robert Louis Stevenson, en esta ocasión con John Barrymore como el amable doctor jekyll que sufre de un terrible trastorno de doble personalidad que le hacer convertirse de vez en cuando en otra terrible persona que se hace llamar Mr. Hyde.
5 de abril de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
84/04(04/04/20) Primera versión en largometraje de la famosa novela de 1886 “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde” del escocés Robert Louis Stevenson de las que ha trascendido (hubo algunas más coetáneas, como una del mismo año de Murnau, The Janus Head, pero se han perdido), dirigida de modo silente por John S. Robertson, Clara Beranger escribió el guión, basado en la obra teatral de 1887 de Thomas Russell Sullivan, que a su vez se basó en la novela. Donde lo más importante, lo destacado es la gran actuación del majestuoso John Barrymore, siendo icónico del Séptimo Arte la primera parte de la transformación inicial de Jekyll en Hyde, en una toma ininterrumpida, que se logró sin maquillaje, basándose únicamente en la capacidad de Barrymore de contorsionar su rostro y cuerpo, con esa imagen tras la metamorfosis, con cabello largo desaliñado, dedos con una cuarta falange, cráneo puntiagudo, caminando encorvado, hombros caídos, adornando su y amable con una perversa sonrisa, ayudando a estos impactantes secuencias una exquisita iluminación expresionista. Aclamado por sus inmensos dones teatrales y criticado por supuestamente recostarse sobre ellos, Barrymore se deleitó y se burló de su imagen como un amante apuesto, ardiendo como Don Juan un minuto y luego desfigurando perversamente su famoso "gran perfil" con barbas puntiagudas y narices.

El tema nuclear de la historia está presente en la dualidad y complejidad de toda persona, albergando en su interior el ‘Yo’ público buenista (El Bien), el idealista, el altruista, el solidario, y ocultando su ‘Yo doppelgänger’ de carácter primario-animal (El Mal), el que deja salir a la luz nuestras perversiones ocultas tras el escaparate de principios morales que nos hemos auto-impuesta en nuestra civilización, provocando una batalla entre los ‘dos protagonistas’. Teniendpo un inicio sugerente en la tóxica relación del padre de Millicent con el Dr. Jekyl, pues le ataca en su carácter de solidaridad y altruismo, le pica con frases tan puntiagudas como "La única forma de deshacerse de una tentación es ceder ante ella". Lo quiere llevar a sentirse tentado por sus instintos básicos, llevándolo a tugurios lujuriosos en los bajos fondos. Lo cual incita y deja traslucir las grietas en un tipo que parecía íntegro. Lo que será el aliciente para intentar buscar su posible otro Yo (en realidad una análisis del consumo de drogas, y como mestas inhiben tus escudos éticos). En este tránsito en realidad también se adentra con el clásico mantra de muchos relatos de terror, como es el del Mad Doctor que juega a ser Dios.

Pero el director aparte del Barrymore, se queda cojo en una recreación del relato demasiado teatral y estática, no me vale que era el año 1920, pues ya se habían hecho grandes films como los de Griffith “El Nacimiento de una Nación” e “Intolerancia”, demostrando las innovaciones técnicas existentes ya en el cine, por lo que condescendencia la justa, y que aquí sobresalen por su ausencia. Y es que la película posee un ritmo letárgico, con inserciones tan estridentes como unb flash-back sin venir a cuento sobre el renacimiento para mostrar algo a todas luces diáfano (el anillo con compartimento secreto), con un desarrollo de personajes muy simplista, apenas descritos como los son los de las dos mujeres que aparecen, esbozos a los que no hay metraje para darles alma por la que sentirnos empatizadas con ellas. Hay una cámara inerte, con una edición nula, con una generación de tensión e intensidad impuesta forzadamente por aquello del imperativo del guión súmese la abundancia de intertítulos que solo hacen brillar la incapacidad-inseguridad del realizador en su narración. Apenas se ahonda en la bipolaridad de la relación de Jekyl con la Sta. Millicent para confrontarla a la de Hyde con Gina, esto queda en los márgenes que el espectador debe rellenar, todo esto muy difuso y cogido con pinzas en este sentido.

La película se esfuerza en ofrecernos un reflejo de la sociedad victoriana de Londres, con su vestuario cuidado, con niebla, los barrios marginales, las tabernas licenciosas, los apartamentuchos deprimentes. El decorador del set Charles Seessel (“Las dos tormentas”), y los no acreditados directores de arte Clark Robinson y el tri-oscarizado William Cameron Menzies (“Tempest”, “The Dove” y “Lo que el viento se llevó), hacen un buen trabajo construyendo los sets en los niveles superiores de la Ópera Amsterdam Opera House de Manhattan, para hacer posible que Lyonel Barrymore pudiera filmar durante el día y continuar su trabajo en Broadway por la noche. Ello bajo la cinematografía de Roy F. Overbaugh (“Lo que quieren los hombres”), que sobresale en la iluminación de las trasformaciones, por su singular modo de exponer exteriores (filtro azul) de interiores (filtro de color ocre), lástima que su manejo sea tan estancado.

En una escena, cuando Hyde vuelve a Jekyll, uno de los dedos protésicos de Hyde se puede ver volando por la pantalla, sacudido por las convulsiones de Barrymore.

Stevenson construyó la novela como un misterio, con todas las voces cambiantes, POV e historias dentro de las historias que uno esperaría de famosos escritores de misterio. Se supone que la verdadera naturaleza de la relación de Jekyll y Hyde es un giro impactante de última hora, pero el spoiler de que Jekyl y Hyde eran la misma persona destruyó la capacidad de que esto fuera una historia detectivesca ‘whodonit’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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