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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama Eben (Anthony Perkins), el hijo de un granjero, sólo espera el día en que pueda heredar las tierras de su padre, un tiránico viudo (Burt Ives). Pero cuando éste vuelve a casarse y anuncia que dejará sus posesiones a su nueva esposa, estallan las pasiones más encontradas a lo largo de una noche llena de furia y deseo entre Eben y su nueva madrastra (Sophia Loren). (FILMAFFINITY)
10 de agosto de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
123/14(31/07/15) Tortuoso y muy valiente drama por el tema tan escabroso que toca, dirigido por Delbert Mann de modo cercano al teatral, adaptando la obra homónima de Eugene O'Neill de 1924, con guión de Irving Shaw (“The Young Lions” o “The talk of the town”). Es una historia de obsesiones cuasi-enfermizas, patológicas, la del patriarca por vivir eternamente y mandar sobre su granja, la del hijo Ephraim por la tierra de su madre que desea en propiedad única a toda costa, la de Anna por poseer algo en su vida, y al final deriva en la obsesión amorosa que trae nefastas consecuencias. Posee grandes elementos en su desarrollo, un argumento atávico sobre la posesión de la tierra, una evolución de la historia ingeniosa, y unas actuaciones más que notables de Anthony Perkins, Sophia Loren en su primer papel en USA, y un colosal Burl Ives.
Estamos a mediados del SXIX en una granja de Nueva Inglaterra, el dueño es un rudo Ephraim Cabot (Burl Ives), viudo de dos esposas, tiene tres hijos, dos de la primera esposa, Peter y Simeón, y el menor Eben (Anthony Perkins) de la segunda, de la que además era la finca, la madre de este antes de morir pidió a su hijo intentara por todos los medios heredara la granja por derecho propio. Con dinero sustraído a su padre Eben compra los derechos de sus hermanos, y estos se van a California en busca de fortuna. Ephraim tras un viaje vuelve a la granja con una nueva y joven esposa, Anna (Sophia Loren), una lozana italiana, con la que Efrain espera tener descendencia, con lo que los planes de Eben serian trastocados.

Es un melodrama que arranca como si de un cuento se tratara, con una madre enseñando a hurtadillas como esconde su padre dinero en un agujero, este vive con dos hermanastros, cual ceniciento, hay un padre despótico, y avanzado el metraje aparece una madrastra bella y turbadora, pero a medida que avanza se convierte en un drama romántico de reminiscencias de tragedia griega, en un relato que deja poso, ambiguo en su devenir, complejo, con personajes torturados, grises, no hay uno bueno, todos esconden maldad, muy bien descritos, delineados de forma espléndida. Se tocan temas como las relaciones paterno-filiales, las malditas herencias, el egoísmo, los amores de conveniencia, los celos, el adulterio, el odio, las pasiones prohibidas, la lujuria, la codicia, las ambiciones desmedidas, y sobre todo los susodichos de las obsesiones llevadas al extremo. Una historia que a medida que discurre se hace más asfixiante, se tensa más y más el aire hasta hacerse irrespirable, con situaciones de enorme crudeza, hasta desembocar en un final estremecedor de calado emocional.

En el lado de los defectos estaría que quizás pasa todo demasiado deprisa, a trompicones, los personajes no terminan de abrirse, provocando que su comportamiento parezca incoherente, la relación amorosa entre Ephraim y Anna pasa como un flash, no termina de llegarnos esa lujuria que haga creíble ese catarquico desenlace, desenlace que me resulta exagerado, desproporcionado, como si me faltara metraje de por medio que me haga verosímil la eclosión final, orgánicamente resulta desequilibrada, derivando una conclusión algo confusa, esto hace que le reste poder de pinzamiento en el espectador.

Anthony Perkins dota a su personaje de nervio, vigor, pasión, obsesión, de mirada profunda. Sophia Loren derrocha sensualidad, erotismo, belleza, y entre Perkins y ella se establece una singular química perturbadora, la Loren participa por imposición de su marido, el productor del film, el italiano Carlo Ponti. Burl Ives es el mejor, una fuerza desatada de la naturaleza, radiante, carsimático, fulgurante, nacido para bordar el rol de patriarca de rudo carácter, como en “La gata sobre el tejado...”, “Horizontes de grandeza” o esta.

La puesta en escena rezuma teatralidad, desarrollándose la acción casi en su totalidad en la granja (estudios), reforzando el sentimiento de claustrofobia anímica, de prisioneros de uno mismo, con una esmerada dirección artística de J. McMillan Johnson (“La Rear Window” o “La historia más grande jamás contada”) y Hal Pereira (“Vértigo” o “Breakfast at Tiffany’s”), con una notable fotografía de Daniel L. Fapp (“Uno, Dos, tres” o “West side story”) en glorioso b/n, con un dramático uso de la iluminación, potenciando los bucólicos parajes en contraste con la desgarradora historia que vemos, siendo nominada al Oscar, y todo adornado por la melódica música de Elmer Bernstein (“El Cabo del Miedo” o “Casino”), canalizando emociones de modo sutil con sonidos de órganos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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