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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
8
Drama En un fuerte situado en el sur de los EEUU, el comandante Weldon Penderton se ha dedicado a la enseñanza de tácticas militares, mientras que su esposa Leonora prefiere solazarse con el teniente-coronel Morris Langdon, amigo de la pareja. Todo esto lo observa, detalle a detalle, el soldado Williams, un joven que parece fascinado con la bella mujer, mientras que Penderton comienza a interesarse por cada movimiento del joven soldado. (FILMAFFINITY) [+]
17 de junio de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/13(19/05/16) Notable film de John Huston, obra adelantada a su tiempo, arriesgada y provocadora, su obra más turbadora y velada, historia agria, revestida de morbo malsano, pesimista, compleja, densa, sombrío acercamiento al universo de represiones sexuales, frustraciones, tormentos, acontecen en lugar tan marcial y cuadriculado como un fuerte militar, microcosmos poblado de personajes con patologías y angustias, afloran adulterios, voyeurismo, homosexualidad latente, adulterios, fetichismo, cleptomanía, exhibicionismo y crímenes pasionales, lugar donde reina la infelicidad, la ociosidad y la insatisfacción. Sostenido por un guión turbio, bien desarrollado, en increscendo dramático sofocante, por notable puesta en escena, destaca esa tonalidad hiperrealista del patinado dorado, y sobre todo un fenomenal elenco de actores. Escrito por Chapman Mortimer y Gladys Hill (“El hombre que pudo reinar”), adaptan la novela corta “Reflections in a Golden Eye” (1941), de Carson McCullers, pseudónimo de la escritora Lula Carson Smith. El historiador británico Anthony Slide, considera el libro una de las cuatro novelas homosexuales conocidas en idioma Inglés en la primera mitad SXX, las otras tres son “Nightwood” (1936) de Djuna Barnes, “Other voices, other rooms” (1948) de Truman y “The city and the pillar” (1948). La película no llego a España hasta finales de los 70 con el final de la censura.

Desarrolla una historia escabrosa, repleta de secretos, mentiras, traiciones, prejuicios, demencia, sadomasoquismo, exhibicionismo, y más, gracias a un guión hábil en trenzar una telaraña que va apresando en su red los sentimientos reprimidos de unos personajes encerrados en sus rutinas, en su aburrimiento, en su ordinariez, de la que intentan escapar de modo truculento. Un collage de protagonistas con un atormentado mundo interior, que Huston explora y transmite con elegancia, en una evolución de situaciones que mezclan de modo turbador intensidad dramática con un humor áspero que te hace sentir incómodo, emitiendo profundidad en base a una dirección de actores con marcado enfoque en los gestos y miradas, con silencios muy expresivos, con incisivas alegorías tanto verbales como visuales (la de los caballos con los sementales, de cómo Leonora adora a los equinos por serlo y Penderton lo contrario), con punzantes elipsis, en un acentuado relato de insatisfacciones, de dolor anímico, de hipocresía, de falsas apariencias. Todo enmarcado en un lugar tan rígido y encorsetado como un fuerte militar, en medio de la rutina de paz vemos clases, fiestas, partidas de cartas, salidas a caballo, donde los contrastes son más ácidos, con sobreentendidos, con muchas insinuaciones, traiciones. Un relato que radiografía con bisturí envenenando las represiones sexuales derivadas de la homosexualidad, provocan comportamiento malsanos, enfermizos, rozando lo patológico, obsesiones tórridas, que se dirigen hacia la tragedia remarcada en la sobreimpresión del inicio.

Tiene uno de sus fuertes en el enfrentamiento de personalidades: Penderton un oficial amanerado, acomplejado, insatisfecho, vejado por su esposa, incapaz de hacerle el amor, un cleptómano fetichista, que acaricia lascivamente los elementos robados, en realidad un homosexual reprimido que vive hastiado, y que encuentra una razón en la naciente obsesión por un soldado con el que cree haber conectado; Leonora, su esposa, una mandona dominante, y dominatrix, de carácter, promiscua, humilla y se ríe de la frigidez de su esposo, una avezada amazona que siente conexión con los caballos por ser sementales, lo contrario a su marido, entre los dos se deconstruye una relación nociva; El oficial Morris Langdon, símbolo de la machismo arcaico, tiene sometida a su esposa, tiene un affaire con Leonora, tipo rudo, y alegre; Alison, la esposa de Morris, una depresiva y neurótica que llegó a cortarse los pezones al perder a su hijo, vive atemorizada en su casa, alejada de su esposo, solo con la compañía de su afeminado criado Anacleto; El cadete Williams, no lo escuchamos decir palabra, peros sus silencios dicen mucho, un extraño tipo, con costumbres singulares como montar a caballo desnudo por el bosque, espiar al matrimonio Penderton, infiltrarse en el dormitorio de Leonora para verla dormir oliendo su ropa interior; Y Anacleto, un amanerado con mucha pluma que se convierte en la muleta de Alison construyendo entre los dos un mundo cerrado.

El lírico título del film proviene de una acuarela que pinta Anacleto para Alison, en ella se ve un pavo real (símbolo de la fatuidad pomposa), y en él resalta un ojo dorado, alegoría de la fuerza sugestiva tienen en el relato las miradas, miradas de Penderton a Williams, las de Williams a Leonora, las de desprecio de Leonora a su marido, de Williams espiando, las libidinosas miradas de Penderton a objetos robados, en espejos, miradas triste de Alison , para ello gran importancia tienen las ventanas, todos miran una y otra vez por ellas.

Puesta en escena excelente en su expresionismo, notable diseño de producción de Stephen B. Grimes (“Memorias de África”), rodándose en Long Island (Nueva York-USA) y en Roma (Italia), recreando con sobriedad el fuerte, con los bucólicos bosques por los que montan a caballo o las caballerizas, pero lo que sobresale es la acentuada e hiperrealista fotografía de Aldo Tonti (“Las noches de Cabiria”) y sin acreditar Oswal Morris (“Lolita”), en color (technicolor) y panavisión, exhibiendo la belleza de la naturaleza en contraste con el mórbido alma de los protagonistas, mucho mimo por el detalle en primeros inquietantes planos, jugando con contraluces, semioscuridad, siendo puntal el tórrido patinado dorado (alegoría del título), convirtiéndose en la nocturnidad en tono sepia, compone cuadros de una beldad tremenda, influenciados por la pintura de Rembrandt o Caravaggio, estos recursos imprimen intensidad dramática, sensaciones de cuasi-surrealismo visual, turbación.... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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