Como gran seguidora, aficionada y jugadora de póker, me llamó la atención que ocho años atrás, éste fuera el tema de una película española dirigida por una mujer con una fémina, asimismo, de protagonista.

Dada mi especial relación con el cine español, hice de tripas corazón y me dispuse a verla. La peliculita en sí es un producto bastante simplón y muy mal llevado. Falta dinamismo, tensión, una historia mejor perfilada, menos ojitos, menos caras lacadas y más naturalidad.

No damos con la tecla. No sabemos captar la atención del espectador, creamos situaciones absurdas, de diálogos imposibles y caras melifluas. Y poco importa el argumento del engendro, porque siempre son las mismas nadas de siempre, el mismo regalo pero con el lazo de diferente color.

¿Cuántas oportunidades más hay que dar? El espectador está ya un poco harto de que el cine español vaya siempre de farol… a ver cuándo disfrutamos con una buena escalera de color.