El propósito de esta película es loable; explorar el campo, poco habitual en cine romántico, de las relaciones entre maduritos y maduritas (hablamos de sesentones más que de cincuentones). El insoportablemente histriónico Nicholson es un abuelete con querencia por jovenzuelas macizonas, la última de su larga serie, Amanda Peet ; Diane Keaton, madre de la criatura y con un doblaje de ponerte los pelos en punta, es una mujer en etapa postmenopáusica que inesperadamente atrae la atención amorosa de un hombre veinte años más joven que ella. Los cuatro personajes se encuentran en la lujosa casita de la playa de la Keaton y empiezan los rifirrafes amorosos entre jóvenes y viejetes, con mucho mensaje feminista, buenas interpretaciones a ratos y un guión desigual que acaba cayendo en el aburrimiento más puro y duro. Al final, cada oveja acaba con su pareja, escrupulosamente emparejados por edades (espero que los validadores no consideren esto un spoiler).
Pues aunque el tema pueda hacer alguna aportación interesante, acaba sabiendo a poco. Keaton y Nicholson son una parejita odiosa y una no se explica cómo pueden sentir algo que no sea grima el uno por el otro.
Por añadir una apostilla a la crítica de Fej Delhave, comento que Diane Keaton y Keanu Reeves iniciaron un noviazgo tras rodar la película. Que cada uno saque sus conclusiones.