La primera de "American Pie" ya rozaba lo glorioso, elevando a un nivel cuasi artístico el humor basado en los clásicos parámetros caca-culo-pedo-pis, pero es que la segunda parte no hace más que mejorar todo lo insinuado en su predecesora, logrando momentos de estulticia tan sublimes que no hacen más que confirmarla en su estatus de reina de lo que yo suelo llamar comedias adultescentes.
Aquí, nuestros Albóndigas del nuevo milenio se van de vacaciones a la playa teniéndose que llevar consigo al diabólico Stifler (gran Sean William Scott) lo cual conllevará un sinfín de líos psicótico-sexuales a cada cual más delirante, llegando hasta cierta mítica escena con un revoltijo de chicas, padres y policías del que todavía mi hipotálamo no se ha recuperado.

Toda la película alcanza grandes niveles risiles pero como es justicia, tengo que hacer mención especial a dos actores sin cuyas apariciones (breves, pero geniales) la saga no sería ni mucho menos la misma: Eugene Levy y sus desencuentros con Jason Biggs y la espléndida Jennifer Coolidge que lleva con inigualable estilo al mejor personaje de todos: la madre de Stifler.

Quizás sea una película horrible y casi toda la gente de mi edad que conozco la desprecia como desprecia los discos de Bisbal...pero no me cabe duda de que dentro de treinta años la sacarán en reedición especial nostálgica y correremos todos a comprarla. Y los discos de Bisbal también.