Las hadas son reales y prueba de ello es la existencia de Irlanda.

Es una tierra tan difícil de definir, como fácil de amar. Muy verde, claro, pero también violeta de brezo y negra de turba. En algunos parajes, pareciese que el progreso no hubiera hecho mella alguna, conservando valles y ríos que se adivinan milenarios, que permanecen tal y como debieron ser en tiempos de dioses, tumbas y héroes.

Hay lugares de nombres que diríanse inventados: Calzada de los Gigantes, Carryfergus, Drogheda, Ballymena o Roscommon; el gaélico irlandés, intricando como una talla céltica, es el idioma más bello del universo, por lo que no puede proceder del hombre, sino de algún tipo de raza infinitamente más delicada. Es por esto que la existencia de Irlanda demuestra que las hadas son reales.

Mientras que otros lugares invariablemente difieren de la imagen que se abriga sobre ellos antes de conocerlos, la isla más verde del mundo no sólo no decepciona, sino que captura bajo su hechizo a propios y extraños con ese halo particular, esa individualidad extraña que la sitúa en un punto fuera del alcance del tiempo y el espacio. Irlanda, al igual que Gales, es uno de los escasos lugares que quedan en el mundo que han conseguido conservar su raigambre mítica: el paganismo brota con naturalidad del seno de sus gentes y lugares y músicas, de modo que a pesar de los dioses que vinieron después, hay un espíritu atávico al que todo el mundo, de forma silenciosa, parece rendir un tributo vital. Es por eso que las hadas existen, puesto que en Irlanda todavía perviven sus deidades.

Es difícil captar el espíritu de un lugar así en una película. "El secreto de la isla de las focas" lo consigue y desde su inicio, consigue la proeza de traer a la memoria los olores y sonidos de la tierra de las hadas. Su hermosa fábula sobre selkies que crían niños perdidos en el mar no tiene tanta magia como el brutal poder evocador que desprenden sus imágenes, su poesía y su música.

Películas así sólo pueden surgir de estados mentales que algunos llaman países. Es por eso que las hadas son reales, ya que Irlanda existe sólo para corroborar la veracidad de este hecho objetivo.