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Voto de RockAction:
9
7,4
32.563
Intriga. Ciencia ficción. Drama
Toni se despierta un día con amnesia y al salir a la calle todo el mundo se pone a grabarla usando sus smartphones. Segundo episodio de la segunda temporada de la miniserie "Black Mirror" creada por Charlie Brooker. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2013
192 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy probablemente -por no decir seguro- estemos ante el capítulo de Black Mirror que mientras trascurre menos nos esté aportando, que más prescindible nos parezca dentro del genial conjunto de ideas que analizan y diseccionan con hábil bisturí todas las enfermedades de la sociedad post-moderna en la serie más necesaria hoy día que uno pueda imaginar.
Pero, inteligentemente, el capítulo está ocultando un as en la manga mientras que las cartas que enseña parecen una jugada menor: se desarrolla a un ritmo trepidante donde el espectador no consigue encajar todas las piezas del puzzle porque no son mostradas, y las que hay para encajar dejan la figura muy incompleta, falta del toque maestro. Un toque maestro que encontraremos en los últimos dos minutos intercalado con los títulos de crédito.
Anteriormente, la primera idea que se desarrolla -haciéndonos ver que será la principal- es la de la sociedad alienada por grabar e inmortalizar digitalmente todo lo que ve; la dictadura del dispositivo móvil llevada al paroxismo de hacer a las personas insolidarias e insensibles ante el dolor o necesidad de ayuda que pudiese aparecer ante sus pantallas. Una plasmación maestra que el director emparenta en su comportamiento al que lucen los zombies: la pérdida sensible y cerebral, la carencia completa de atisbo alguno de humanidad.
Y como necesario complemento a ello, la crítica al exhibicionista, al que siempre ha querido tener afán de protagonismo y al que esta sociedad fútil y absurdamente superficial otorga la categoría de héroe por su burda exposición.
Ante esta doble faceta surge el don nadie, el que no se amolda a un lugar o al otro, el outsider y por tanto el perseguido y el que sobra.
Pero esta radiografía -que no deja de evidenciar ciertas carencias en su desarrollo que no consiguen que nuestra devoción reviente como en otros capítulos- resulta que no es lo principal. Y hasta aquí leas si no lo has visto.
Pero, inteligentemente, el capítulo está ocultando un as en la manga mientras que las cartas que enseña parecen una jugada menor: se desarrolla a un ritmo trepidante donde el espectador no consigue encajar todas las piezas del puzzle porque no son mostradas, y las que hay para encajar dejan la figura muy incompleta, falta del toque maestro. Un toque maestro que encontraremos en los últimos dos minutos intercalado con los títulos de crédito.
Anteriormente, la primera idea que se desarrolla -haciéndonos ver que será la principal- es la de la sociedad alienada por grabar e inmortalizar digitalmente todo lo que ve; la dictadura del dispositivo móvil llevada al paroxismo de hacer a las personas insolidarias e insensibles ante el dolor o necesidad de ayuda que pudiese aparecer ante sus pantallas. Una plasmación maestra que el director emparenta en su comportamiento al que lucen los zombies: la pérdida sensible y cerebral, la carencia completa de atisbo alguno de humanidad.
Y como necesario complemento a ello, la crítica al exhibicionista, al que siempre ha querido tener afán de protagonismo y al que esta sociedad fútil y absurdamente superficial otorga la categoría de héroe por su burda exposición.
Ante esta doble faceta surge el don nadie, el que no se amolda a un lugar o al otro, el outsider y por tanto el perseguido y el que sobra.
Pero esta radiografía -que no deja de evidenciar ciertas carencias en su desarrollo que no consiguen que nuestra devoción reviente como en otros capítulos- resulta que no es lo principal. Y hasta aquí leas si no lo has visto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Lo verdaderamente majestuoso es la brutal crítica descarnada a lo que va camino de convertirse la justicia y las penas por cometer delitos. Una caricatura grotesca y no tan exagerada como parece en uno de los capítulos más duros e implacables de toda la serie.
White Bear es un parque temático abierto al público que no es otra cosa que un penal de castigo y tortura a las personas acusadas de cometer un delito: Lobotomizan su cerebro cada día y practican con ellos una especie de yinkana truculenta llena de actores en lo que parece una caza implacable. Al final del día, una vez que la performance acaba ante un público entregado a los aplausos y la dictadura digital, el penado recuerda quién es y por qué fue castigado. Al llegar la noche, vuelve a ser lobotomizado para que al día siguiente tras entrar al parque los que allí quieran ir pagando entrada -pudiendo grabar y hacer fotos de todo ello, por supuesto, el verdadero motivo que les divierte y estimula a sus almas insensibles- vuelvan a recibir el mismo tratamiento abominableen bucle más duro que cualquier pena de muerte imaginable -otra de las críticas sugeridas-. La justicia hecha una atracción en grado superlativo.
Lástima que en el mundo real los penados de clase alta hagan el espectáculo a nuestra costa.
White Bear es un parque temático abierto al público que no es otra cosa que un penal de castigo y tortura a las personas acusadas de cometer un delito: Lobotomizan su cerebro cada día y practican con ellos una especie de yinkana truculenta llena de actores en lo que parece una caza implacable. Al final del día, una vez que la performance acaba ante un público entregado a los aplausos y la dictadura digital, el penado recuerda quién es y por qué fue castigado. Al llegar la noche, vuelve a ser lobotomizado para que al día siguiente tras entrar al parque los que allí quieran ir pagando entrada -pudiendo grabar y hacer fotos de todo ello, por supuesto, el verdadero motivo que les divierte y estimula a sus almas insensibles- vuelvan a recibir el mismo tratamiento abominableen bucle más duro que cualquier pena de muerte imaginable -otra de las críticas sugeridas-. La justicia hecha una atracción en grado superlativo.
Lástima que en el mundo real los penados de clase alta hagan el espectáculo a nuestra costa.