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Voto de Dabi:
7
6,7
9.310
Drama
David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano. (FILMAFFINITY)
5 de enero de 2021
86 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lee Isaac Chung es un director norteamericano que debutó allá por 2007 con su película Munyurangabo, estreno en Cannes incluido. Desde entonces ha pasado bastante desapercibido incluso en los círculos más indies de la industria (sus dos siguientes películas no suman cien votos en IMDb entre las dos). Esto ha cambiado con el estreno de Minari, que le ha hecho ganar los premios tanto del jurado como del público en el festival de Sundance, hace ya casi un año. Y se puede entender, la verdad. Es una preciosidad de película.
Minari es un trabajo marcadamente autobiográfico (reconocido por el director, vaya) y que tiene más de literario que de cinematográfico, o al menos es esa la sensación que me da. Su historia se desarrolla con el ritmo y el aroma de las mejores novelas. Minari es, qué duda cabe, tremendamente emotiva, pero no recurre al sentimentalismo molesto al que habría recurrido, por poner un ejemplo, un Juan Antonio Bayona. Construye poco a poco, de manera metódica y minimalista, con extrema sutileza, y los conflictos surgen de manera tremendamente orgánica gracias a un rico desarrollo de personajes, todos con perspectivas coherentes y en constante oposición. Cuando llegan los golpes emocionales, duelen y remueven. Las imágenes envuelven a la historia y la complementan en su pureza y sencillez, son cálidas y agradables, pero nunca empalagosas.
Todo el elenco de la película está magnífico, el trabajo es pulcro y medido, sin excesos (las sensibilidades de Chung son claramente occidentales en este aspecto, aleja a sus actores de la ostentosidad asiática y los acerca más al naturalismo). Steven Yeun demuestra más rango en las dos horas de Minari que en todas sus temporadas en The walking dead. La suya me parece una de las mejores interpretaciones masculinas del año. Youn Yuh-jung está brillante, divertidísima y cercana, y Han Ye-ri resuelve el papel menos llamativo y más desagradecido de la película de manera más que notable. En cuanto a los actores infantiles, yo siempre me espero lo peor, porque pueden llegar a ser bastante molestos, pero qué puedo decir, Alan Kim es adorable y se desenvuelve de maravilla. Mención especial al papel secundario de Will Patton, que también se merece más de un elogio. Da vida a un personaje que habría sido muy fácil de convertir en una caricatura.
Pero la mayor virtud de Minari, lo que la hace tan hermosa y tan completa, es su complejidad temática revestida de sencillez argumental. Es lo que hay bajo la superficie lo que merece la pena comentar, todo el entramado de ideas entrelazadas entre sí. Es lo que le da vida a la historia de esta familia y de otras tantas. En la sección spoilers mencionaré por encima varios de los principales temas que se exploran, aunque hay unos cuantos más.
En fin, diré como conclusión que me ha encantado Minari. Me encantan su delicadeza, sus personajes, su profundidad y la calidad de sus interpretaciones. ¿Aspectos a mejorar? Tal vez su banda sonora, algo impersonal, y su apartado visual, sin duda competente y con destellos de brillantez, pero bastante menos pulido que su guion. Por lo demás, me parece prácticamente intachable.
Calificación: Notable
Minari es un trabajo marcadamente autobiográfico (reconocido por el director, vaya) y que tiene más de literario que de cinematográfico, o al menos es esa la sensación que me da. Su historia se desarrolla con el ritmo y el aroma de las mejores novelas. Minari es, qué duda cabe, tremendamente emotiva, pero no recurre al sentimentalismo molesto al que habría recurrido, por poner un ejemplo, un Juan Antonio Bayona. Construye poco a poco, de manera metódica y minimalista, con extrema sutileza, y los conflictos surgen de manera tremendamente orgánica gracias a un rico desarrollo de personajes, todos con perspectivas coherentes y en constante oposición. Cuando llegan los golpes emocionales, duelen y remueven. Las imágenes envuelven a la historia y la complementan en su pureza y sencillez, son cálidas y agradables, pero nunca empalagosas.
Todo el elenco de la película está magnífico, el trabajo es pulcro y medido, sin excesos (las sensibilidades de Chung son claramente occidentales en este aspecto, aleja a sus actores de la ostentosidad asiática y los acerca más al naturalismo). Steven Yeun demuestra más rango en las dos horas de Minari que en todas sus temporadas en The walking dead. La suya me parece una de las mejores interpretaciones masculinas del año. Youn Yuh-jung está brillante, divertidísima y cercana, y Han Ye-ri resuelve el papel menos llamativo y más desagradecido de la película de manera más que notable. En cuanto a los actores infantiles, yo siempre me espero lo peor, porque pueden llegar a ser bastante molestos, pero qué puedo decir, Alan Kim es adorable y se desenvuelve de maravilla. Mención especial al papel secundario de Will Patton, que también se merece más de un elogio. Da vida a un personaje que habría sido muy fácil de convertir en una caricatura.
Pero la mayor virtud de Minari, lo que la hace tan hermosa y tan completa, es su complejidad temática revestida de sencillez argumental. Es lo que hay bajo la superficie lo que merece la pena comentar, todo el entramado de ideas entrelazadas entre sí. Es lo que le da vida a la historia de esta familia y de otras tantas. En la sección spoilers mencionaré por encima varios de los principales temas que se exploran, aunque hay unos cuantos más.
En fin, diré como conclusión que me ha encantado Minari. Me encantan su delicadeza, sus personajes, su profundidad y la calidad de sus interpretaciones. ¿Aspectos a mejorar? Tal vez su banda sonora, algo impersonal, y su apartado visual, sin duda competente y con destellos de brillantez, pero bastante menos pulido que su guion. Por lo demás, me parece prácticamente intachable.
Calificación: Notable
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
-La desmitificación del sueño americano, con todas sus promesas y decepciones, es el núcleo claro de la película, y de este conflicto se derivan los demás. En América, todo es posible. Esa idea tan estadounidense, tan arraigada en el continente desde la época colonial, que se le vende al inmigrante y que, en el peor de los acasos, acabará por consumirlo. Jacob cree en ciegamente en el sueño americano, pero él no quiere demasiado, solo lo suficiente. Pide dignidad, y pide un futuro para sus hijos. Su entereza es admirable, pero también destructiva y más egoísta de lo que le gustaría reconocer. Monica, más observadora y más sensata, ve las cosas como son. Ahí reside el principal conflicto de la película.
-Las relaciones familiares, exploradas con enorme sensibilidad. La gradual descomposición del vínculo entre el padre y la madre es inevitable, y corre en paralelo con el nacimiento del cariño que surge, progresivamente, entre el hijo y la abuela, que tanto tienen que enseñarse el uno al otro. Verlos juntos es un regalo. Es la hija mayor, por desgracia, de la que el guionista parece olvidarse. Aunque su personaje cumple un propósito narrativo, acaba siendo bastante más plano que el resto.
-La identidad cultural y las diferencias generacionales. David y Anne tienen poco de coreanos. Sus padres les hablan en coreano y ellos, normalmente, responden en inglés. Están bastante alejados de su origen. Toda la movida de los alimentos coreanos no significa nada para ellos, en claro contraste con Soon-ja, que mima las plantas de su país natal con una reverencia casi ancestral. El minari, plantado en tierra foránea en un terreno rodeado de serpientes, es un símbolo obvio, pero inteligente. Jacob y Monica, comprensiblemente, están entre estos dos extremos.
-La religión. Paul, el ayudante devoto de Jacob, ayuda a establecer, de forma voluntaria o no, una relación entre la religión y la locura. O tal vez, entre la religión y la ingenuidad. Es una figura de cierto misticismo, casi un arquetipo. Para Anne, en cambio, la religión es un escape y un consuelo, y la iglesia, una forma de socializar y de sentirse parte de una comunidad. El ritual como proceso de asimilación.
En la última escena, a pesar de todos los obstáculos, el minari crece. "La abuela encontró un buen lugar", dice Jacob. David y él recogen el fruto de una larga espera mientras la cámara se acerca, sin prisas, con gentileza y elegancia. La sensación es que, al final, todo va a salir bien.
-Las relaciones familiares, exploradas con enorme sensibilidad. La gradual descomposición del vínculo entre el padre y la madre es inevitable, y corre en paralelo con el nacimiento del cariño que surge, progresivamente, entre el hijo y la abuela, que tanto tienen que enseñarse el uno al otro. Verlos juntos es un regalo. Es la hija mayor, por desgracia, de la que el guionista parece olvidarse. Aunque su personaje cumple un propósito narrativo, acaba siendo bastante más plano que el resto.
-La identidad cultural y las diferencias generacionales. David y Anne tienen poco de coreanos. Sus padres les hablan en coreano y ellos, normalmente, responden en inglés. Están bastante alejados de su origen. Toda la movida de los alimentos coreanos no significa nada para ellos, en claro contraste con Soon-ja, que mima las plantas de su país natal con una reverencia casi ancestral. El minari, plantado en tierra foránea en un terreno rodeado de serpientes, es un símbolo obvio, pero inteligente. Jacob y Monica, comprensiblemente, están entre estos dos extremos.
-La religión. Paul, el ayudante devoto de Jacob, ayuda a establecer, de forma voluntaria o no, una relación entre la religión y la locura. O tal vez, entre la religión y la ingenuidad. Es una figura de cierto misticismo, casi un arquetipo. Para Anne, en cambio, la religión es un escape y un consuelo, y la iglesia, una forma de socializar y de sentirse parte de una comunidad. El ritual como proceso de asimilación.
En la última escena, a pesar de todos los obstáculos, el minari crece. "La abuela encontró un buen lugar", dice Jacob. David y él recogen el fruto de una larga espera mientras la cámara se acerca, sin prisas, con gentileza y elegancia. La sensación es que, al final, todo va a salir bien.