Dos soldados alemanes y un prisionero noruego que andan más perdidos que un pulpo en un garaje, llegan a una casona aislada en medio de un bosque nevado (bueno, lo de alemanes da igual, podrían ser leñadores de Kansas o barrenderos de Coslada, aunque por el traje de saldo que llevan parece que pertenezcan a una chirigota gaditana).
Total que nada más llegar oyen ruidos en el piso de arriba, sombras que vienen y van, un ovillo de lana que se mueve por ahí solito, una mano furtiva detrás de la cortina, luces que se apagan de golpe, la radio que va a su bola. Así ¡media hora! (qué coño, ¡más!).
Poco a poco van asimilando que el que entra en esa casa lo tiene jodido. Es que al parecer hubo un exorcismo tiempo atrás y un espíritu viejuno se quedó por ahí a ver. En fin, que aún cuando el argumento se aparta de los estándares, el desarrollo se reinventa de forma lenta, inconexa, rara y con actuaciones poco convincentes (joe, que os están vacilando del más allá ¡¡y no os cambia la puta la cara coño, sobre todo al soldado mayor!!). De repente sale una tía por ahí, y luego otra diferente... "Eso ya lo he vivido Hans", "Bueno, ahora sabemos lo que hay que hacer". ¿En serio? ¡Venga yaaa!.
Aunque algunos momentos destilan algo de tensión, en líneas generales resulta ¡un coñazo! No sé, debe ser el estilo noruego, o que durante el rodaje se inflaron a salmón y les entró una cagalera del carajo y ¡venga!, ¡a terminar como sea que no me aguanto más!
El final es de traca.