Esta película es totalmente prescindible a día de hoy. Sin embargo, mi gusto por ver situaciones e imágenes antiguas, hizo que me decidiera a verla. Tampoco es que tenga muchas escenas aplacibles, desde mi punto de vista, como dije antes, pero me sorprendió una escena en una playa donde se ve el puente Golden Gate desde un ángulo nunca antes visto por mi. Es una trama bastante enredada, aparecen unos diálogos muy simpáticos entre un aficionado a detective (the Falcon) y su compañero Goldie (con un talante mucho más cómico) en el interior de un tren con destino a San Francisco, ambos hablan de la declaración de hacienda, de lo difícil que es rellenar, un mensaje que puede seguir siendo muy contemporáneo. Tan pronto sale a escena una niña que busca su perro extraviado, comienza a liarse el argumento. La niña cuenta cosas que hacen interesarse al protagonista, pero que su ayudante tacha de cosas de niñas. Se descubre la muerte de la institutriz de la niña en su compartimento del vagón. Ellos van de vacaciones, no quieren inmiscuirse en el caso, pero al pretender the Falcon acompañar a la niña, al encontrarse sola ante la pérdida da la mujer en el tren, a su casa, se complica todo y se mete de lleno en una intriga, no muy verosímil ante situaciones también poco creíbles. Sale en escena la hermana mayor de la niña para confundir más al espectador. Poco a poco Tom Conway parece que va esclareciendo el asunto o por lo menos eso es lo que cree, siempre con la ayuda de un compañero que piensa más en disfrutar de esas vacaciones que de la situación que les va aconteciendo.

Una película con un metraje bastante corto, por lo que la duración no puede ser la única razón de no verla.