Ya las maneras de tratar de Belmondo, a una prostituta en un avión que va de Nueva York a París, me repatea (él no sabe que es señorita de pago). Luego lo vuelve a hacer en un tren con una empleada de la empresa de su padre, que él hereda. La película pudiera haber tomado otro cariz más interesante, teniendo en cuenta que está el trabajo de un detective privado que Belmondo paga para conocer todo sobre la muerte extraña de su padre. Pero mi gozo en un pozo. Si pudiera imaginar que algo podría entusiasmarme, este bodrio de lucimiento del protagonista, estaba muy equivocado, se enreda en una trama de deportaciones durante la 2ª Guerra Mundial, período entre 1942 y 1945 con el suegro de Belmondo, poderoso italiano de industrias siderúrgicas. Sin sacar jugo a la posible investigación del anteriormente citado, detective privado. Hay de por medio, periodistas, sicarios y una asociación extranjera para hacerse con la empresa del padre de Belmondo, basada en periódico y acero. La forma de dirigirse a los diferentes responsables del periódico, donde se quedan boquiabiertos, como si Belmondo fuera un maestro que lo sabe todo, con una seguridad nada verosímil. También resalto la forma del allanamiento de morada para secuestrar al hijo de Belmondo de la casa del suegro. Es para partirte de risa la facilidad con la que entran y salen, como si hubiera sido un paseo.
Desde luego no la volveré a ver más. Si he escrito la crítica es porque no había ninguna. Puede servir a alguien para saber si quiere perder el tiempo o no.