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España España · Madrid
Voto de GVD:
7
Acción. Aventuras. Thriller. Romance La hija adolescente de un rico hacendado mexicano se ha quedado embarazada. El padre es, al parecer, Alfredo García, un antiguo colaborador y amigo de la familia, por cuya cabeza se ofrece una recompensa de un millón de dólares. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2007
140 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Peckinpah es de verdad. Podrá ser tosco, bruto, sucio, pero siempre sacará lirismo, belleza y majestuosidad de sus desgarrados y crudos argumentos. Se trata de películas desencantadas y tristes, sobre personajes que contienen un código moral que puede ser discutible, pero que siguen con una admirable profesionalidad. Probablemente, "Quiero la cabeza de Alfredo García" es su film más extremo en todos los sentidos.

Se trata de un hombre demacrado por dentro que encuentra una posibilidad de escape de este mundo de mierda, para tener la vida que siempre quiso junto a la mujer que ama. Y ese escape viene en forma de la cabeza de un pobre desgraciado que tuvo la mala suerte de preñar a la hija de un poderoso. Afortunadamente, ya está muerto antes de la carrera que llevan a cabo el protagonista, y una panda de mafiosos por esa cabeza valorada en un millón de dólares.

Es una película desequilibrada y excesiva, cuya violencia tiende a la inverosimilitud, pero como siempre, este poeta crepuscular nos conmueve hasta la náusea. Cuando, tras luchar contra dilemas morales, la mujer a la que ama y un sol abrasador, consigue llegar a la dichosa cabeza, la pierde justo después y, con ella, a la mujer que ama. Después de esto, el protagonista se sume en las tinieblas. Tinieblas de alcohol y moteles perdidos en los que los recuerdos le asaltarán: <<solía tomarse una ducha>>; tinieblas de sangre y balazos, de cabezas cuyo espíritu reina en el remordimiento de nuestro hombre, de moscas y asfixiante calor. Tinieblas que ni un millón de dólares conseguirán apaciguar ya.

La misoginia de Peckinpah es excesiva, vale. Pero eso no impide que éste reconozca que sin ellas no somos nada. Si no me creen vean en el infierno en el que se sume el protagonista. Ese amor es sincero, terrible, y una vez perdido la vida de este hombre no vale nada. A mí hay algo que siempre me conmueve en el cine, y es que una vez que la vida te lo ha quitado todo, que ya no tienes un papel en el mundo, decidas largarte del mundo llevándote contigo a todos los hijos de puta que te arruinaron la vida. Una especie de “nos vamos a tomar por culo, pero con dos cojones”. Peckinpah era el que mejor sabía plasmar la belleza crepuscular de este trágico fin.

Por todo esto, Sam es un maestro, un poeta, alguien honesto y sincero. Un artista con una brutal e inimitable personalidad. Y todavía hay gente que lo compara con Tarantino. Vale que el cine de éste tiene su punto, pero a lo más que llegará es a una emoción de segunda, falsa, por mucho que me sorprendiera con “Jackie Brown”. Quizás Peckinpah no alcance la perfección técnica que logra Tarantino, pero su perfección interior es inigualable. Y no hay nada que me alegre más en esta página como el magnífico homenaje que se le está haciendo por parte de Aeris y Taylor. Que esto continúe.
GVD
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