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Voto de lyncheano:
10
6,6
20.747
Intriga. Drama
Georges es el típico burgués: presenta un programa literario en televisión y lleva una vida acomodada con su mujer y su hijo adolescente. Pero, de repente, empieza a recibir unos paquetes anónimos que contienen cintas de vídeo, grabadas desde la calle, y unos dibujos inquietantes cuyo significado es un misterio. No sabe quién se los envía; pero las secuencias que aparecen en las cintas son cada vez más personales, lo que parece indicar ... [+]
22 de junio de 2009
48 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente la película más inteligente que haya visto nunca. Es difícil explicarlo, pero podríamos decir que el cine de Lynch (englobando en esta definición toda forma de hacer cine con ese particular halo mágico, críptico, con mayor significación íntima que significado explícito) es de una inteligencia complementaria al cine de Haneke. Lynch nos hace regurgitar sus productos para que podamos encontrar en ellos las claves que nos hagan comprender algo que no necesita ser explicado ni comprendido, pues lo que importa realmente es la angustia, magia y surrealidad que experimentamos al hacerlo; mientras que Haneke, por su parte, se limita a exponer una situación a partir de la cual sucederán una serie de acontecimientos que nos querrán dar a entender algo que jamás se nos contará. Es por tanto un romántico, un artista de los que no quedan, que apuesta y confía ciegamente en la inteligencia de su público, posiblemente porque sabe que sólo podrá llegar a cierto sector minoritario que cumpla dichas expectativas. Su cine es descarnado, pero no por ser especialmente crudo en pantalla, sino por tener esa desconcertante cualidad de hacernos retorcer incómodamente en nuestras butacas mientras lo vemos, quedándosenos pegado al paladar una vez acabamos su visionado. Y aquí más que nunca, Haneke nos hace sentir culpables por ser lo que somos, por vivir en un estado de bienestar como son Francia, España, Austria, Alemania... y haber adquirido esa inquietante forma de vida basada en la monotonía y la falsa seguridad del cobijo familiar. No es ningún juez, sino un ojo clínico y de extremada frialdad que crea en nosotros la alarmante necesidad de ser juzgados. De hecho, nadie puede quedar indiferente ante tales ''acusaciones'', ni el mismísimo creador de esta obra. Haneke enfoca la clase media-alta francesa del siglo XXI como ejemplo generalizado cercano a su experiencia para que un espectador español como soy yo lo pueda extrapolar a su propia experiencia personal (al menos a su ámbito social) y así poder darse cuenta de que ese pacto de convivencia basado en la ocultación de información que es la familia, sólo puede funcionar de la dudosa forma en que de hecho suele funcionar. La familia típica europea que nos propone Haneke es por tanto una suerte de acuerdo en el que ambas partes han tenido que ocultar u omitir información para no confrontar continuamente y hacer que la rueda gire, no se basa tanto en la solidez del amor como en la confortabilidad de no tener que hacer preguntas, de saber que todo marcha mientras haya trabajo y estén ocupados, pues el tiempo en que tengan que coincidir lo rellenarán con asuntos banales que no podrán hacer ningún daño a la estabilidad que tan poco se menciona pero que tantos estragos puede causar si se tambalea y se acaba perdiendo. Y Haneke es experto en hacer tambalear cimientos familiares.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Su historia parte de lo que posteriormente podríamos considerar como McGuffin, pero que es en sí mismo una argucia de incontestable genialidad para mantener la atención de su público: una familia aparentemente normal que un buen día comienza a recibir grabaciones de su domicilio acompañadas de amenazantes y extraños dibujos infantiles. Haneke nos va desvelando sus cartas lentamente, y con el paso del metraje nos vamos dando cuenta de que la inquietante situación que vive este matrimonio no les une en contra de esa perturbación exterior, sino que les enfrenta y confronta, sacando a relucir sus secretos, esos pequeños datos omitidos que hacían posible que la rueda girase; si bien es cierto que finalmente vuelven a unirse, pero para evitar que la verdad que intuyen salga a flote y acabe con su preciada farsa. Haneke lleva esa situación familiar al plano nacional, convirtiendo su cinta en un alegato a la culpa: quizá la mejor manera de darnos cuenta de nuestra propia inoperancia ante las injusticias que suceden en el mundo sea sacándonos violentamente de nuestra seguridad cotidiana y enfrentándonos involuntariamente a la raíz de nuestros problemas. Surge así la mejor crítica contra la política belicista, la indiferencia gubernamental (esa tele que permanece encendida y que nadie parece mirar), las injusticias históricas, el racismo y el aburguesamiento basado en un culto a la propia cultura que no nos convierte en mejores personas, sino que agranda alarmantemente nuestra culpabilidad como personas que no actuamos para mejorar lo que sabemos que no es justo. La cinta se basa en el cripticismo y la ambigüedad moral para darse a conocer, como un gran cuadro constituido por manchas borrosas en el que cada uno ve lo que su personalidad le hace ver, proyectando así sus culpas y sus propios miedos como si de un velado psicoanálisis se tratara. No cabe duda de que ''Caché'' es un inquietante cuento moral abierto a múltiples interpretaciones individuales, que transcurre en una dinámica de tensión hasta desembocar en un largísimo y absolutamente genial plano en el que todas las soluciones parecen posibles. En esa toma final, uno puede ver que posiblemente las nuevas generaciones ya estén preparadas para aceptar el cambio y asumir la culpa. No obstante, tampoco parece descabellado que esa secuencia final nos desvele que ambos chicos hubieran actuado compinchados. Y sin embargo, lo mejor de todo es que otros ni siquiera verán nada, pues Haneke colocó a los actores de tal forma que resultara factible no poder reconocer a los protagonistas entre la multitud, actitud con la cual deja de manifiesto su intención de crear algo que se sobrepusiera a la definición misma de final abierto, pues es toda la historia en sí una fabulosa demostración de virtuosismo cinematográfico que nos desnuda y deja al aire nuestras vergüenzas morales